Cristo Cumplió la Ley por su Iglesia

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” Mateo 5:17 (RVR1960)

Este versículo es fundamental para entender el propósito de la venida de Jesucristo en relación con la Ley de Moisés. Jesús, en su sermón del monte, aclara que no vino para abolir la ley, sino para cumplirla. La palabra clave en este pasaje es «cumplir» (en griego, «πληρόω» plēroō), la cual tiene implicaciones profundas en el contexto bíblico y lingüístico.

El significado de «abolir» y «cumplir» en el griego

1. «Abolir» (griego: καταλύω katalyō): La palabra traducida como “abolir” significa literalmente «derribar» o «destruir». Se utilizaba para referirse a la demolición de un edificio o estructura. Cuando Jesús dice que no vino a «abolir» la ley, está afirmando que no vino a deshacer o a desmoronar lo que la Ley de Moisés y los Profetas establecieron. La ley, en su contexto original, reflejaba el carácter santo de Dios y su pacto con Israel.

2. «Cumplir» (griego: πληρόω plēroō): La palabra plēroō significa «llenar hasta lo máximo» o «completar». Jesús está diciendo que Él vino a llevar la Ley y los Profetas a su cumplimiento pleno, no solo a observarla, sino a perfeccionarla, mostrando su significado profundo y su realización final. Cristo, al cumplir la ley, lleva a cabo todas sus demandas y profecías en su propia persona y obra.

El contexto de Mateo 5:17 y la función de la Ley. En el contexto del sermón del monte, Jesús está enseñando acerca del verdadero sentido y propósito de la ley. Los escribas y fariseos en ese tiempo tenían una interpretación estrictamente legalista de la ley, centrada en el cumplimiento externo de los mandamientos. Sin embargo, Jesús revela que el propósito de la ley no era solo regular el comportamiento externo, sino también transformar el corazón humano. Él no está imponiendo la ley sobre su Iglesia como una carga a cumplir, sino que Él mismo la ha cumplido de manera perfecta.

Jesús cumple la Ley y los Profetas. Cuando Jesús habla de «la ley y los profetas», está abarcando todo el Antiguo Testamento. La ley incluye no solo los mandamientos morales, sino también las leyes ceremoniales y civiles que regulaban la vida del antiguo Israel. Es crucial entender que Jesús no está delegando el cumplimiento de la ley a su Iglesia; más bien, Él vino como el único capaz de cumplirla en su totalidad.

La ley mosaica fue dada al pueblo de Israel bajo un pacto específico y con un propósito particular: guiar a Israel hasta la venida del Mesías. Gálatas 3:24 dice: «De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo«. Esto muestra que la ley tenía un propósito provisional, que era apuntar hacia Cristo, quien traería la salvación definitiva.

En este sentido, cumplir la ley no significa solo obedecerla, sino cumplir con su propósito más profundo. Jesús, al vivir una vida perfecta sin pecado y al ofrecerse como sacrificio expiatorio, cumplió con todas las demandas de la ley, incluyendo las leyes ceremoniales que requerían sacrificios por el pecado. Como el sacrificio perfecto, Cristo completó todo lo que la ley exigía para que el hombre pudiera ser reconciliado con Dios.

No es un mandato para su Iglesia. El hecho de que Jesús cumplió la ley no implica que su Iglesia esté ahora bajo la obligación de observar los preceptos de la ley mosaica, como el diezmo, las leyes dietéticas o los sacrificios. Romanos 10:4 declara: «Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree«. En griego, la palabra “fin” es τέλος (telos), que significa «meta» o «propósito final». Cristo es el propósito final de la ley; todo lo que la ley requería encuentra su cumplimiento en Él.

Por lo tanto, Jesús no está diciendo que su Iglesia debe seguir cumpliendo la ley mosaica. Al contrario, Él la ha cumplido perfectamente en su vida, muerte y resurrección. La iglesia, entonces, no está bajo el yugo de la ley mosaica, sino bajo la gracia. Gálatas 5:1 nos recuerda que «para libertad nos libertó Cristo».

La enseñanza para la Iglesia. En el Nuevo Testamento, los cristianos ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14). Las exigencias ceremoniales y civiles de la ley mosaica no se aplican a la Iglesia. La ley moral de Dios, revelada en los mandamientos, se cumple en nosotros cuando vivimos según el Espíritu, y no mediante la observancia externa de las reglas.

Jesús dejó en claro que su venida fue para llevar la ley a su cumplimiento, no para perpetuar un sistema legalista que su Iglesia deba seguir. La Iglesia está llamada a vivir bajo la nueva realidad del Reino de Dios, guiada por el Espíritu Santo y no por los preceptos de la ley mosaica.

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Cuando Jesús dijo que no vino a abolir la ley, sino a cumplirla, estaba afirmando que Él es el cumplimiento de todo lo que la ley y los profetas anticiparon. Él no está imponiendo sobre la Iglesia la observancia de la ley mosaica, sino que ha liberado a Su pueblo para que viva bajo la gracia, en libertad y guiado por el Espíritu. 

La Iglesia no está llamada a seguir cumpliendo la ley de Moisés, sino a vivir conforme al Espíritu de Cristo, quien ya ha cumplido todo lo que la ley requería.

En Cristo, encontramos el cumplimiento pleno de la ley, y es en su obra redentora que la Iglesia se apoya, no en el cumplimiento de las leyes ceremoniales o civiles del Antiguo Pacto. 

La obra de Cristo es suficiente, y su cumplimiento perfecto de la ley nos libera para vivir en la gracia de Dios.

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