“Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.” Mateo 5:15 (RVR1960)
Este versículo nos recuerda que la luz que hemos recibido de nuestro Señor Jesucristo no está destinada a ser escondida, sino que debe brillar para el beneficio de los demás.
Jesús nos insta a usar lo que Él nos ha dado, no solo en términos espirituales, sino también en los recursos materiales que administramos, para impactar positivamente a quienes nos rodean.
Como mayordomos de las riquezas del Señor, se nos llama a usar nuestras bendiciones de manera visible y responsable, reflejando Su gloria en cada área de nuestras vidas, incluyendo nuestras finanzas.
Analizando las palabras clave, comenzamos con “enciende” (ἁπτω, háptō en griego), que significa encender o prender algo que tiene el potencial de iluminar. Cuando Dios nos da recursos, sean bienes materiales o talentos, es como si estuviera encendiendo una luz en nosotros.
Nosotros, como esclavos voluntarios de Cristo, debemos asegurarnos de no apagar esa luz ni ocultarla. La administración financiera es una forma de mostrar esa luz; utilizar los recursos del Señor sabiamente es permitir que Su provisión brille a través de nuestras vidas.
La palabra “luz” (φῶς, phōs en griego) representa lo que brilla, lo que ilumina. En el contexto de las finanzas, la luz es una metáfora para la integridad, la transparencia y la generosidad. Todo lo que el Señor nos provee no es nuestro, sino que es Su luz que nos ha sido dada para brillar ante los demás.
Como administradores de Sus riquezas, debemos usar los bienes que recibimos de manera que refleje el carácter de Dios, asegurándonos de que nuestras decisiones financieras estén alineadas con Su voluntad. En Lucas 16:10, leemos: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel.«
El “almud” (μόδιος, modios en griego) era un recipiente utilizado para medir granos, pero aquí se usa como una imagen de algo que cubre y esconde la luz. En el área financiera, esto nos habla de la tentación de esconder nuestros bienes, de no usarlos para el bien de otros o para los propósitos de Dios.
Guardar los recursos solo para beneficio propio es como poner la luz debajo de un almud. Al contrario, somos llamados a compartir nuestras bendiciones, a ser generosos y a dejar que las riquezas del Señor que administramos iluminen la vida de los demás.
Finalmente, la referencia a “candelero” (λυχνία, luchnia en griego) nos enseña que hay un lugar donde la luz debe estar: en lo alto, donde puede brillar con mayor alcance. En nuestras finanzas, esto significa que debemos usar los bienes que el Señor nos confía de manera que sean visibles en nuestra comunidad y en nuestras familias, no escondiendo lo que hemos recibido, sino poniendo nuestros recursos al servicio de los demás.
Un ejemplo práctico de esto sería cuando recibimos un aumento en nuestro trabajo o una ganancia inesperada. En lugar de simplemente gastar ese dinero en cosas innecesarias, podemos pensar en cómo ese recurso puede bendecir a otros o servir a los propósitos del Señor, como apoyar una obra misionera o ayudar a un amigo en necesidad. Al hacerlo, estamos colocando esa «luz» en el candelero, permitiendo que el Señor use nuestras finanzas para glorificar Su nombre.
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En resumen, este versículo nos enseña que nuestras bendiciones, incluidas las financieras, no deben ser escondidas ni usadas egoístamente.
Como siervos del Señor, somos llamados a poner nuestras riquezas al servicio de los demás, permitiendo que la luz que hemos recibido brille a través de nuestro manejo responsable de los bienes que Él nos confía.
Al aplicar estos principios, nuestras finanzas reflejarán la gloria de Dios, mostrando que confiamos en Su provisión y buscamos honrarle en todo lo que hacemos.
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