La Mayordomía Financiera implica no solo el manejo adecuado de los recursos materiales durante nuestra vida, sino también la planificación responsable para el momento en que ya no estemos aquí.
La Biblia nos llama a ser buenos administradores en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la preparación para el día de nuestra muerte. Esta preparación refleja nuestro amor y responsabilidad hacia quienes dejamos atrás y nuestra fidelidad a Dios.
A continuación, abordamos este tema desde una perspectiva cristiana:
Prepararse para el Día en que Uno Va a Morir. La Biblia nos recuerda que la vida en esta tierra es pasajera. En Santiago 4:14, se nos dice que nuestra vida es como «neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.» Por lo tanto, debemos vivir con la consciencia de que un día nuestra vida terrenal llegará a su fin, y es sabio prepararse para ese día.
La preparación financiera y espiritual no es una señal de falta de fe, sino un acto de responsabilidad y amor hacia Dios y nuestros seres queridos.
Dejar Todas las Cuentas Saldadas y No Deudas; Dejar a Alguien a Cargo para Administrar. El Proverbio 22:7 nos recuerda que «el que toma prestado es siervo del que presta.» Morir con deudas puede dejar una carga pesada para nuestra familia.
Parte de nuestra responsabilidad como buenos administradores es asegurarnos de que nuestras finanzas estén en orden para no causar problemas económicos a nuestros seres queridos. Esto incluye pagar todas las deudas y, si es necesario, nombrar a una persona confiable para que administre nuestras finanzas en caso de que ya no podamos hacerlo.
También es importante tener un plan claro sobre quién se encargará de administrar nuestros asuntos financieros después de nuestra muerte. Esta persona debe ser alguien de confianza, que entienda nuestros valores y deseos, y que pueda actuar con justicia y transparencia.
Comprar el Lugar Donde se Nos Va a Enterrar. Aunque puede parecer un tema incómodo para muchos, comprar con anticipación el lugar donde se nos va a enterrar es una decisión sabia que muestra previsión y cuidado hacia la familia.
Al hacer eso, estamos aliviando una carga emocional y financiera que puede ser abrumadora para nuestros seres queridos en un momento de dolor. Esto también refleja una actitud de responsabilidad, al prepararnos para lo inevitable de una manera ordenada y respetuosa.
Dejar un Legado Espiritual. Uno de los mayores regalos que podemos dejar a nuestros seres queridos no es material, sino espiritual. Dejar un legado de fe, amor y servicio a Dios es de inmenso valor. En 2ª Timoteo 4:7, el apóstol Pablo dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.» Este es el legado que todos los cristianos debemos aspirar a dejar: Una vida que refleje nuestra fe en Cristo.
Ese legado puede incluir el ejemplo de cómo vivimos, las enseñanzas que compartimos y el testimonio de nuestra relación con Dios.
Dejar Herencia Monetaria o Material; Dejar a Alguien a Cargo para Administrar el Testamento. Proverbios 13:22 nos dice: «El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos.» Dejar una herencia material puede ser una bendición para nuestra familia, pero también debe hacerse con sabiduría.
Es importante no solo dejar una herencia monetaria o material, sino también establecer claramente en un testamento cómo se distribuirán estos bienes. Esto evitará conflictos familiares y garantizará que nuestros deseos se cumplan de manera justa.
Nombrar a una persona para que administre el testamento es fundamental para asegurar que todo se haga de acuerdo con la ley y con justicia.
En lo Posible, Morir en Paz con Todo el Mundo. En Romanos 12:18, se nos anima a «si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.» Morir en paz con los demás, sin enemistades ni rencores, es algo que debemos buscar como cristianos.
La reconciliación con aquellos con quienes hayamos tenido conflictos no solo nos libera de cargas emocionales, sino que también nos permite morir sabiendo que hicimos todo lo posible por vivir en armonía y amor con quienes nos rodean.
Principalmente, Morir a Cuentas con Dios, Salvos y con la Fe de Ser Llamados por Él como “Buen Siervo Fiel”. El aspecto más importante de nuestra preparación para la muerte es nuestra relación con Dios. Como cristianos, debemos vivir cada día con la seguridad de nuestra salvación y con la esperanza de escuchar las palabras que Jesús menciona en Mateo 25:21: «Bien, buen siervo fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.«
Morir con nuestra fe firme en Cristo, habiendo confiado en Su gracia para nuestra salvación, es la mayor paz que podemos tener. No importa cuántos bienes materiales dejemos, si nuestra relación con Dios no está en orden, lo demás pierde su valor.
Morir de Muerte Natural y No por Enfermedades Provocadas por Nuestra Mala Alimentación o Falta de Ejercicio, por Una Vida No Disciplinada. Dios nos llama a cuidar de nuestro cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo, como lo enseña 1ª Corintios 6:19-20. Parte de nuestra mayordomía implica llevar una vida saludable, con buena alimentación y ejercicio, para evitar enfermedades que pueden ser prevenibles.
Aunque no podemos controlar cuándo o cómo moriremos, podemos hacer nuestra parte para cuidar el cuerpo que Dios nos ha dado, de modo que nuestra muerte no sea el resultado de una vida sin disciplina o cuidado.
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Custodia de Niños Pequeños: Asegurar su Futuro Legal y Físico . Uno de los aspectos más importantes que debemos considerar si somos padres de niños pequeños es quién tendrá la custodia física y legal de ellos en caso de nuestra muerte.
Es nuestra responsabilidad como buenos padres administradores asegurarnos que, si llegara a suceder lo inesperado, nuestros hijos queden bajo el cuidado de alguien que comparta nuestros valores cristianos y que les proporcione un ambiente amoroso y seguro.
Es fundamental designar a una persona de confianza, preferiblemente un familiar cercano o hermano-amigo que esté dispuesto y preparado para cuidar de los niños. Esta decisión debe formalizarse legalmente mediante un testamento o documento oficial, para evitar confusiones o disputas legales.
En Proverbios 13:22 se dice: «El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos,» lo que también incluye la responsabilidad de garantizar el bienestar y el futuro de los hijos en el plano espiritual y emocional.
Escribir una Carta de Despedida. Una carta de despedida es una forma poderosa de dejar un último mensaje de amor, gratitud y fe para nuestros seres queridos. Este gesto puede ser muy significativo, ya que proporciona consuelo en momentos de dolor y recuerda el legado espiritual que hemos dejado. En esta carta, podemos expresar nuestro amor, pedir perdón si es necesario, y reafirmar nuestra fe en Dios y la esperanza de la vida eterna. En vida ir renovandola periódicamente.
Este tipo de carta no solo ofrece palabras de aliento, sino que también puede incluir recomendaciones para la vida, consejos sobre la fe, y palabras de bendición. En 2ª Timoteo 4:7, el apóstol Pablo menciona: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.«
Esta carta puede ser una oportunidad para transmitir ese mismo mensaje, dejando claro que hemos vivido confiando en Dios y que nuestro deseo es que nuestros seres queridos continúen firmes en la fe.
Preparar un Culto de Acción de Gracias de acuerdo a nuestra Fe. Un culto de acción de gracias, en lugar de un funeral tradicional, es una excelente manera de celebrar la vida y el legado espiritual de un creyente. En lugar de centrarse en el dolor de la pérdida, este tipo de culto se enfoca en agradecer a Dios por la vida vivida y el impacto que se ha dejado en los demás.
Este culto es una oportunidad para que los familiares y amigos recuerden las bendiciones que Dios otorgó a través de esa vida y para que se inspire a los presentes a seguir en el camino de la fe. En 1ª Tesalonicenses 5:18, se nos anima a «dar gracias en todo,» y esta acción también puede extenderse al final de nuestra vida terrenal.
Planificar un culto de acción de gracias es una manera de dejar instrucciones claras para que se celebre la vida, el amor y el servicio a Dios que compartimos, en lugar de centrarse solo en el duelo.
Apoyar Obras Benéficas. Además de dejar una herencia material o financiera a nuestros seres queridos, otra manera de practicar la mayordomía financiera es designar una parte de nuestros bienes o recursos para apoyar obras benéficas, ministerios o causas que tengan un impacto eterno. Esto puede incluir el apoyo a misiones, iglesias, o instituciones benéficas que promuevan los valores cristianos y ayuden a los más necesitados.
En Mateo 6:20, Jesús nos dice: «Sino hacéos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen.» Esto significa que, al destinar parte de nuestra herencia a obras que glorifiquen a Dios, estamos invirtiendo en el Reino de los Cielos, dejando un legado que trasciende lo terrenal. Esta acción refleja nuestro deseo de que nuestros recursos continúen sirviendo al propósito de Dios incluso después de nuestra partida.
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En resumen, la planificación adecuada para el final de nuestra vida incluye aspectos legales, como la custodia de los hijos, pero también espirituales, como dejar un legado de gratitud y generosidad que refleje nuestra fe y amor por Dios.
Al hacerlo, estamos asegurando que nuestra vida, y nuestra muerte, glorifiquen al Señor y bendigan a quienes dejamos atrás.
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