En Abundancia o en Necesidad, Filipenses 4:12

«Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.» Filipenses 4:12 (RVR1960)

Este versículo, escrito por el apóstol Pablo, encapsula una profunda enseñanza sobre la mayordomía financiera.

La exégesis de este pasaje revela que Pablo no solo está hablando de una simple adaptación a diferentes circunstancias, sino que está expresando un conocimiento espiritual profundo sobre cómo vivir bajo la providencia divina, ya sea en tiempos de escasez o en tiempos de abundancia.

Este aprendizaje, que Pablo dice haber recibido, proviene de una vida de dependencia y confianza total en nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de todas las riquezas y recursos que administramos como Sus siervos.

Al analizar las palabras clave de este versículo en su idioma original, comenzamos con «vivir humildemente», que en griego se traduce como «ταπεινός» (tapeinos), lo que implica vivir en un estado de humillación o necesidad, aceptando con humildad lo que el Señor nos provee.

Esto nos enseña que, como administradores de los bienes de Dios, debemos aprender a estar contentos y dependientes de Él incluso cuando poseemos poco, reconociendo que toda riqueza proviene de Él y no de nuestros esfuerzos.

La palabra «abundancia» en griego es «περισσεύω» (perisseuō), que significa tener en exceso o sobreabundar. En este contexto, Pablo nos muestra que incluso en momentos de prosperidad, debemos recordar que estas riquezas no son nuestras, sino que pertenecen al Señor, y nosotros somos simplemente mayordomos responsables de su administración.

Esto resuena con Proverbios 30:8-9, donde se nos enseña a pedir al Señor ni pobreza ni riquezas, sino lo necesario para vivir, para no olvidarnos de Dios en la abundancia ni maldecir Su nombre en la necesidad.

La frase «en todo y por todo estoy enseñado» en griego se expresa como «μεμύημαι» (memuēmai), un término que implica ser iniciado o instruido en un secreto. Este «secreto» es la dependencia total de Cristo, independientemente de las circunstancias financieras.

Como ministros de Sus riquezas, debemos entender que nuestro sustento y provisión no dependen de las fluctuaciones económicas, sino de la gracia constante de nuestro Señor.

«Estar saciado» en griego es «χορτάζομαι» (chortazomai), que significa estar completamente lleno. Esto no solo se refiere a una satisfacción física, sino también a una satisfacción espiritual que proviene de la confianza en que Cristo, como nuestra fuente de toda riqueza, proveerá todo lo que necesitamos.

Por otro lado, «hambre» es «πεινάω» (peinaō), que en este contexto nos recuerda que incluso en la carencia, seguimos bajo la provisión y el cuidado de nuestro Señor, y nuestra fe debe estar en Su capacidad para suplir nuestras necesidades.

El versículo concluye con «tener abundancia como para padecer necesidad», y la palabra «padecer necesidad» en griego es «ὑστερέω» (hystereō), que significa estar en falta o necesitar. Este término enfatiza que aun cuando experimentamos necesidad, no debemos dudar de la provisión del Señor.

Nuestra responsabilidad como esclavos voluntarios de Cristo es administrar fielmente lo que se nos ha confiado, ya sea mucho o poco, siempre con la convicción de que el Señor es quien nos provee y sostiene.

Un ejemplo práctico de este principio se observa en la vida de un creyente que, al recibir un aumento inesperado en su salario, decide no solo disfrutar de esta bendición, sino también compartir parte de su aumento con aquellos en necesidad y ahorrar una porción para futuros desafíos, reconociendo que todo lo que tiene proviene del Señor.

Este creyente demuestra así la actitud correcta de un mayordomo, consciente de que las riquezas no son suyas para acaparar, sino para administrar en nombre del Señor.

También le interesaría:

En resumen, los principios extraídos de Filipenses 4:12 nos enseñan a manejar las finanzas con una actitud de humildad, contentamiento, y dependencia de Cristo, quien es la fuente de toda provisión.

Ya sea en abundancia o en necesidad, nuestra responsabilidad es administrar los bienes del Señor de manera que Le honre, sabiendo que somos simples mayordomos de Sus riquezas, llamados a usar lo que se nos ha dado para Su gloria y el bien de otros.

Comparte en tus redes


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *