Entender Nuestros Propios Errores, Salmos 19:12

“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.” Salmos 19:12 (RVR1960)

Este versículo nos confronta con la realidad de nuestra incapacidad para discernir completamente nuestros errores, particularmente aquellos que se encuentran ocultos a nuestra percepción.

La palabra «entender» proviene del hebreo «בִּין» (bîn), que significa discernir, considerar o comprender. En el contexto de la mayordomía financiera, este discernimiento es crucial, ya que, como siervos del Señor, debemos ser capaces de identificar tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades en la administración de los recursos que nos han sido confiados por Dios.

No podemos confiar únicamente en nuestro juicio; necesitamos la sabiduría divina para manejar las riquezas del Señor de manera que honre Su nombre.

El término «propios» se traduce del hebreo «מִנּי» (minni), que se refiere a lo que es interno o personal. Aquí, el salmista reconoce que los errores financieros, como la mala administración o el gasto imprudente, pueden estar profundamente arraigados en nosotros mismos, pasando desapercibidos.

Como administradores de los bienes del Señor, debemos buscar constantemente la guía del Espíritu Santo para que nos revele esos errores ocultos y nos ayude a corregir nuestro curso. Nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de todas las riquezas, nos llama a esta continua autoevaluación y dependencia de Su sabiduría.

La palabra «errores» en hebreo es «שְׁגִיאוֹת» (shegî’ôt), que implica faltas involuntarias o pecados de ignorancia. En nuestra vida financiera, estos errores pueden manifestarse en decisiones que, aunque no intencionadas, pueden desviarnos de la voluntad de Dios para la administración de Sus recursos.

Por lo tanto, clamamos al Señor: «Líbrame» («נַקֵּנִי», naqênî), una súplica que significa purifícame o líbrame, reconociendo que solo Él puede limpiarnos y guiarnos en el manejo fiel de Su riqueza.

Los «ocultos» se refieren a «נִסְתָּרוֹת» (nistarôt), que son cosas escondidas o secretas. Estos son los aspectos de nuestra gestión financiera que pueden estar fuera de nuestra vista o entendimiento, pero que pueden tener un impacto significativo en cómo administramos los bienes del Señor.

Es fundamental que como mayordomos estemos continuamente expuestos a la luz de la Palabra de Dios, permitiendo que Su verdad revele y corrija esos errores ocultos.

Un ejemplo práctico de este principio puede observarse en cómo manejamos las deudas. A menudo, podemos no entender completamente cómo la acumulación de deudas puede estar erosionando nuestra capacidad de servir al Señor con libertad financiera.

Sin una evaluación cuidadosa y la guía divina, podemos estar ciegos a los efectos a largo plazo de estas decisiones. Al buscar activamente la sabiduría de Dios y permitir que Él nos libre de estos errores ocultos, podemos tomar decisiones que honren Su soberanía sobre nuestras finanzas.

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En resumen, la reflexión en este versículo nos llama a una dependencia profunda de nuestro Señor Jesucristo en la administración de las riquezas que Él nos confía.

Debemos reconocer que no podemos confiar en nuestra propia comprensión, sino que necesitamos Su intervención para entender y corregir nuestros errores, especialmente aquellos que están ocultos a nuestra vista.

Al aplicar estos principios diariamente, podemos manejar nuestras finanzas de manera que refleje nuestra sumisión a Su autoridad y que glorifique Su nombre.

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