En el ámbito de las finanzas, como en muchos otros aspectos de la vida, enfrentamos constantemente la disyuntiva entre hacer las cosas correctamente y hacer las cosas correctamente de manera correcta.
Esa distinción no es solo semántica, sino profundamente ética y espiritual.
Hacer las cosas correctamente implica una competencia técnica; significa llevar a cabo nuestras actividades financieras con precisión, siguiendo las reglas establecidas y asegurándonos de que cada cifra cuadre al final del día.
Sin embargo, este enfoque puede ser insuficiente si no se acompaña de un discernimiento ético más profundo.
Hacer las cosas correctas correctamente, por otro lado, va más allá de la mera precisión técnica para abarcar la rectitud moral.
En el contexto de las finanzas, esto significa no solo gestionar el dinero de manera eficiente, sino hacerlo de una manera que sea justa, equitativa y que honre a Dios.
Como Proverbios 16:11 dice: “Peso y balanza justos son del Señor; obra suya son todas las pesas de la bolsa”. Este versículo nos recuerda que Dios valora la justicia y la integridad no solo en nuestros corazones, sino en nuestras prácticas comerciales y financieras.
Un ejemplo práctico de hacer las cosas correctas correctamente en finanzas podría ser el enfoque hacia las inversiones.
En lugar de solo buscar la máxima rentabilidad financiera, un enfoque ético consideraría también lo ético-moral, el impacto social y ambiental de las inversiones.
Esto está en consonancia con Mateo 6:24, donde Jesús advierte: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Aquí, Jesús nos enseña la importancia de priorizar nuestros valores espirituales sobre la mera acumulación de riqueza.
Además, la gestión del dinero de manera que promueva el bienestar común refleja los principios bíblicos de generosidad y responsabilidad compartida.
En 2ª Corintios 9:7, se nos dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
Ese pasaje subraya la importancia de dar generosamente y con el corazón correcto, un principio que puede extenderse a cómo las empresas y los individuos gestionan sus recursos financieros, buscando no solo el beneficio personal sino el bien mayor.
Finalmente, al hacer las cosas correctas correctamente, estamos llamados a reflejar la justicia de Dios en todas nuestras operaciones.
Miqueas 6:8 nos exhorta: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte andando con tu Dios”.
En el contexto financiero, esto puede traducirse en prácticas como la equidad en los salarios, la honestidad en la publicidad, y la transparencia en la contabilidad.
En conclusión, en el mundo de las finanzas, como en todas las áreas de la vida, Dios nos llama no solo a hacer las cosas correctamente en un sentido técnico, sino a hacer las cosas correctas de manera ética y justa.
Al hacerlo, no solo nos alineamos con las normas mundanas de buenas prácticas, sino que vivimos de acuerdo con los principios del reino de Dios, promoviendo la justicia, la misericordia y la integridad en un mundo que profundamente necesita estas cualidades.
Deja una respuesta