La Biblia contiene varios versículos que se refieren a la atención y protección de —los huérfanos y las viudas— destacando la importancia de cuidar a aquellos en situaciones vulnerables.
Algunos de estos versículos incluyen: Éxodo 22:22-24, Deuteronomio 10:18, 14:29, 24:17-18, 27:19, Salmos 68:5, Jeremías 49:11, Santiago 1:27; versículos que reflejan el constante llamado en la Biblia a proteger y proveer para los más vulnerables, especialmente los huérfanos y las viudas, como un reflejo del carácter justo y misericordioso de Dios.
El patrón común en estos versículos es el mandato y la preocupación de Dios por el cuidado y protección de los más vulnerables en la sociedad, especialmente los huérfanos y las viudas. Estos pasajes bíblicos enfatizan la justicia, la misericordia y la responsabilidad de la comunidad de creyentes hacia aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad o desamparo.
Se nos advierte sobre no afligir a viudas y huérfanos, resaltando las serias consecuencias divinas para quienes los perjudiquen. Se presenta a Dios como el justo defensor de huérfanos y viudas, evidenciando su protección directa. Se enfatiza la necesidad de integrar a huérfanos y viudas en el amparo y provisión de la comunidad. Se condena a quienes nieguen justicia al extranjero, al huérfano y a la viuda, destacando el papel de Dios como padre y defensor de los desamparados. Se exhorta a confiar en el cuidado divino de los huérfanos, y se define la verdadera religión como el cuidado activo de huérfanos y viudas, estableciendo un compromiso concreto para los creyentes.
Todos estos versículos juntos forman un tejido consistente que revela el corazón de Dios por la justicia social y la acción compasiva, instando a su pueblo a reflejar su carácter en el cuidado de los más desfavorecidos.
Incluso en Juan 14:18, Jesús utiliza metafóricamente la palabra “huérfanos” para prometer a sus discípulos que no los dejará desamparados, asegurándoles su presencia continua a pesar de su partida física mediante la venida del Espíritu Santo.
A través de esta promesa, Jesús comunica que, aunque no esté físicamente presente, sus seguidores no quedarán solos o abandonados. El envío del Espíritu Santo garantiza que la guía y presencia de Dios permanecerán con ellos.
Este pasaje subraya una verdad espiritual significativa sobre la conexión divina con sus seguidores. La promesa del Espíritu Santo como Consolador, Guía y presencia constante de Dios entre sus creyentes asegura que tienen un espacio en la familia divina y están siempre acompañados y respaldados, sin importar la ausencia física de Jesús.
Al afirmar que no los dejará “huérfanos”, Jesús destaca su compromiso ininterrumpido y su relación cercana con cada uno de sus seguidores, incluso más allá de su ascensión.
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