El 11 de mayo de 1926 marcó el inicio de una relación significativa en el ámbito literario y espiritual, cuando J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis tuvieron su primera conversación extensa.
Este encuentro fue decisivo no solo en la vida de ambos escritores, sino también en el ámbito de la literatura inglesa del siglo XX.
Cinco años después de esa primera reunión, C.S. Lewis, influenciado por las largas discusiones con Tolkien y la profundidad de sus argumentos, se convirtió al cristianismo, adoptando una fe que sería fundamental en su obra y pensamiento.
La conversión de Lewis no fue un acto impulsivo, sino el resultado de un proceso de búsqueda y cuestionamiento, en el que la amistad y el testimonio de Tolkien jugaron un papel crucial.
Tolkien, un católico devoto, y Lewis, inicialmente agnóstico, encontraron en sus diálogos un terreno fértil para explorar temas de mitología, literatura y fe.
Ambos escritores se convirtieron en miembros clave de los Inklings, un grupo de colegas y amigos que se reunían en Oxford.
Este círculo era predominantemente cristiano y tenía como foco la lectura y la crítica de trabajos en progreso de sus miembros.
Los Inklings, que se reunían regularmente en el pub The Eagle and Child, conocido afectuosamente como «The Bird and Baby», incluían figuras como Charles Williams y Owen Barfield, entre otros.
Las reuniones eran ocasiones para discutir no solo literatura, sino también teología y filosofía, reflejando la integración de la fe y el intelecto que caracterizaba tanto a Tolkien como a Lewis.
La influencia mutua entre Tolkien y Lewis fue notable. Tolkien ayudó a Lewis a reconciliar su fe con su amor por los mitos y las historias, mientras que Lewis fue uno de los principales motivadores de Tolkien para completar “El Señor de los Anillos”.
Su amistad y las discusiones dentro de los Inklings ilustraron cómo la fe y la creatividad literaria pueden entrelazarse, generando obras que no solo son reconocidas por su excelencia literaria sino también por su profundidad espiritual y teológica.
La relación entre estos dos gigantes literarios y su participación en los Inklings dejaron un legado duradero.
Sus obras, impregnadas de rica simbología cristiana y profundos cuestionamientos sobre el bien, el mal, el sacrificio y la redención, continúan siendo leídas y amadas por generaciones en todo el mundo, evidenciando cómo una amistad basada en la fe y el intelecto puede trascender en poderosas expresiones literarias.
Deja una respuesta