La Soberanía de Dios en la Elección de los Gobernantes

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La doctrina de la Soberanía de Dios es un pilar fundamental en la teología cristiana. Esta enseña que Dios, en su infinita sabiduría y poder, tiene el control absoluto sobre todas las cosas, incluyendo la elección de los gobernantes que gobiernan las naciones.

Las Escrituras confirman esta verdad en versículos como Daniel 2:21: «Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos». Este versículo subraya que Dios es quien establece y remueve a los líderes según su voluntad soberana.

Es común que en algunos círculos religiosos se enseñe sobre la Soberanía de Dios en la Elección de los presidentes y otros líderes gubernamentales.

Los líderes religiosos afirman que, independientemente del proceso electoral humano, es Dios quien, en última instancia, decide quién ocupará el cargo. Romanos 13:1-2 refuerza esta idea: «Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos».

Ante esta enseñanza, se espera que los creyentes aceptemos la soberanía de Dios con humildad y gozo, integrándonos activamente en la comunidad de fe y en la sociedad civil.

Se nos llama a reconocer públicamente la voluntad soberana de Dios, tanto cuando pone como cuando quita a los gobernantes. Filipenses 4:4 nos exhorta: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!». Esta actitud de alegría y sumisión debe prevalecer incluso cuando el resultado electoral no es el que deseábamos personalmente.

Sin embargo, se observa una notable contradicción en la práctica de algunos fanáticos religiosos. Mientras que predican fervientemente sobre la soberanía de Dios cuando sus candidatos son elegidos, suelen rechazar esta misma soberanía cuando el resultado electoral no les favorece.

Este comportamiento refleja una falta de coherencia y una inclinación hacia la politiquería disfrazada de cristianismo. Cuando su candidato no es elegido, estos individuos frecuentemente demuestran actitudes de rechazo hacia la soberanía de Dios.

Critican al gobernante electo, ignoran los principios bíblicos que enseñaron anteriormente y viven en un estado de constante maldición, enojo y tristeza.

Santiago 3:10 nos advierte: «De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así». Este versículo subraya la incongruencia de sus acciones.

Es esencial que los cristianos mantengan la coherencia en su fe y práctica. Si creemos y enseñamos que Dios es soberano sobre todas las cosas, incluyendo la elección de los líderes, debemos aceptar su voluntad con humildad y confianza, independientemente del resultado electoral.

Proverbios 21:1 declara: «Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina». Este versículo nos recuerda que, en última instancia, Dios dirige y controla el corazón de los gobernantes para cumplir sus propósitos.

La verdadera fe cristiana nos llama a vivir en sumisión a la soberanía de Dios, aceptando con humildad y alegría su voluntad en todas las áreas de la vida, incluyendo la política.

Debemos evitar la trampa de la politiquería y demostrar una actitud de respeto y oración por los líderes, independientemente de nuestras preferencias personales.

Primera Timoteo 2:1-2 nos instruye: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad».

Al hacerlo, mostramos un testimonio coherente y glorificamos a Dios, quien en su soberanía gobierna sobre todas las naciones.

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