“Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno.” Isaías 7:15 (RVR1960)
Este versículo se encuentra en el contexto de una profecía sobre el Mesías, donde se habla de las condiciones en las que crecerá, simbolizadas por la «mantequilla y miel».
Estos elementos, en la cultura hebrea, representan prosperidad y sustento básico, lo que indica que el Mesías será criado con lo mejor que la tierra puede ofrecer, reflejando la abundante provisión de Dios.
En términos de mayordomía financiera, el versículo subraya la importancia de nutrir nuestra vida con los recursos que el Señor nos proporciona, para que, a través de Su provisión, podamos desarrollar la sabiduría necesaria para tomar decisiones correctas.
La palabra «comerá» (hebreo: yo’kel) implica la acción de consumir o nutrirse, lo que en este contexto se refiere a recibir el sustento y las bendiciones que Dios provee.
Como siervos y administradores de Jesucristo, debemos reconocer que todo lo que consumimos y disfrutamos proviene de Su mano, y debemos hacerlo con gratitud y responsabilidad.
«Mantequilla» (hebreo: chem’ah) y «miel» (hebreo: devash) simbolizan alimentos ricos y satisfactorios, que no solo proveen energía física, sino que también son representativos de la abundancia.
En el contexto financiero, podemos interpretar esto como la provisión de Dios que no solo cubre nuestras necesidades básicas, sino que también nos permite prosperar.
Como administradores de Sus bienes, debemos utilizar estos recursos sabiamente, asegurándonos de que nuestra prosperidad sea un reflejo de la fidelidad de Dios.
La frase «sepa desechar lo malo y escoger lo bueno» es fundamental para nuestra comprensión de la mayordomía. La palabra «sepa» (hebreo: yada’) se refiere a un conocimiento profundo o discernimiento.
Ese discernimiento es crucial para tomar decisiones financieras que honren a Dios, evitando lo que es perjudicial o innecesario («lo malo«) y enfocándonos en lo que es beneficioso y prudente («lo bueno«).
El principio clave que se extrae aquí es la importancia del discernimiento en la administración de nuestras finanzas. Este principio se refleja en Isaías 48:17, donde el Señor dice: «Yo soy Jehová tu Dios, que te enseña para tu provecho, que te encamina por el camino que debes seguir.«
Ese versículo subraya que Dios nos guía y nos enseña lo que es mejor para nosotros, incluyendo cómo administrar los recursos que Él nos ha dado. Al seguir Su enseñanza y dirección, podemos manejar nuestras finanzas con sabiduría y experimentar Su guía y provisión en nuestras vidas.
Un ejemplo práctico de este principio sería la decisión de un creyente de analizar cuidadosamente sus gastos e inversiones, evitando aquellos que no contribuyen al bienestar espiritual o financiero, y enfocándose en aquellas decisiones que promueven el crecimiento, tanto personal como en el Reino de Dios. Al hacerlo, actuamos como fieles administradores, usando la provisión de Dios de manera que honre Su nombre.
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En resumen, estos principios extraídos de Isaías 7:15 nos enseñan a manejar nuestras finanzas con discernimiento, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Dios. Al nutrirnos de Su provisión y tomar decisiones sabias, reflejamos la fidelidad de nuestro Señor Jesucristo y aseguramos que nuestras acciones financieras honren Su soberanía en nuestras vidas.
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