Preocupados por las Profecías; Hechos 1:7

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“Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad.” Hechos 1:7 (RVR1960)

Este pasaje se encuentra en el contexto de la conversación entre Jesús resucitado y sus discípulos, justo antes de Su ascensión al cielo. Ellos, llenos de expectativas, le preguntaron si restauraría en ese momento el reino de Israel. Sin embargo, Jesús les responde de manera que redirige su enfoque hacia su verdadera misión: recibir el Espíritu Santo y ser sus testigos en toda la tierra. 

En esa respuesta, Jesús establece una enseñanza clave sobre la soberanía de Dios y la prioridad de la obediencia sobre la curiosidad acerca de los planes divinos.

El contexto histórico y espiritual del pasaje. Los discípulos estaban influenciados por la esperanza judía tradicional de un Mesías que restaurara el reino terrenal de Israel, librándolos de la opresión romana y estableciendo un gobierno justo bajo la autoridad divina. 

Aunque Jesús les había hablado repetidamente sobre un reino de naturaleza espiritual y universal, todavía pensaban en términos terrenales y cronológicos. En este contexto, preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).

La respuesta de Jesús no descarta la restauración del reino, pero enfatiza que los “tiempos o las sazones” pertenecen exclusivamente a la potestad del Padre. Aquí, el término “tiempos” (del griego chronos) se refiere a la duración o cronología de los eventos, mientras que “sazones” (del griego kairos) indica momentos específicos u oportunidades dentro del plan divino. 

Ambas dimensiones del tiempo están bajo el control absoluto de Dios, quien las maneja según Su voluntad perfecta y soberana.

Principios espirituales del versículo

La soberanía de Dios sobre los tiempos. Este versículo nos enseña que todo el curso de la historia está en las manos de Dios. Los planes divinos no se alteran por la ansiedad o las expectativas humanas. 

Como administradores de las bendiciones que el Señor nos ha encomendado, debemos reconocer que Él tiene el control absoluto sobre el cuándo y el cómo de Sus promesas. 

La confianza en Su soberanía implica una actitud de fe que descansa en Su perfecta sabiduría, aunque no tengamos todas las respuestas.

Esto está respaldado por Eclesiastés 3:1: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Dios no actúa según los calendarios humanos, sino conforme a Su eterno propósito, que trasciende nuestra comprensión limitada.

Nuestra responsabilidad como siervos. Jesús no solo les dice a los discípulos que los tiempos no les competen, sino que inmediatamente redirige su atención a su misión: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Esto subraya que, en lugar de preocuparnos por los detalles del plan divino, nuestra prioridad debe ser cumplir el propósito que Él nos ha asignado.

Como siervos de Cristo, estamos llamados a actuar en obediencia, utilizando los recursos, dones y oportunidades que el Señor nos ha encargado para avanzar en Su reino. 

La mayordomía no se trata de entender los planes completos de Dios, sino de ser fieles en la parte que Él nos ha revelado.

El peligro de la curiosidad innecesaria. La pregunta de los discípulos refleja una tendencia humana: querer conocer detalles que no nos corresponden. Este deseo puede llevarnos a la frustración o al desvío de nuestra verdadera misión. Jesús, en su respuesta, no les da información adicional, sino que los llama a confiar en la potestad del Padre. 

Esto nos enseña que la curiosidad mal dirigida puede ser un obstáculo para la fe y la obediencia.

En Deuteronomio 29:29 se refuerza este principio: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.” Debemos aceptar que hay aspectos del plan de Dios que permanecerán ocultos, y en lugar de buscar respuestas que no nos corresponden, debemos dedicarnos a lo que Él ya nos ha mostrado.

Un ejemplo práctico. Un ejemplo que ilustra este principio puede encontrarse en nuestras preocupaciones cotidianas sobre el futuro: decisiones financieras, familiares o laborales. Muchas veces queremos tener certeza de cómo y cuándo Dios actuará, pero esta obsesión puede paralizarnos. 

Supongamos que un siervo del Señor está esperando que Dios provea para un proyecto misionero. Si gasta más tiempo preocupándose por cuándo llegarán los recursos que en trabajar diligentemente con lo que ya tiene, está desviándose de su llamado. En cambio, debe confiar en que Dios proveerá en Su tiempo perfecto, mientras sigue siendo un administrador fiel con lo que ya ha recibido.

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El mensaje de Hechos 1:7 es claro: los tiempos y las sazones están bajo la exclusiva potestad de Dios. 

Como siervos de Cristo, nuestra tarea no es entender cada detalle del plan divino, sino obedecer, confiar y ser fieles en la misión que nos ha dado. 

Jesucristo, quien es la fuente de toda sabiduría y provisión, nos llama a descansar en Su soberanía, sometiendo nuestros pensamientos a Su voluntad.

Al aplicar este principio en nuestras vidas, debemos concentrarnos en cumplir con lo que Dios ya nos ha revelado, sabiendo que Su plan se cumplirá en el tiempo y la manera perfectos. 

Las finanzas, los dones y las oportunidades que Él nos encarga deben ser administrados conforme a Su Palabra, dejando las inquietudes del futuro en Sus manos. 

Esto no solo honra al Señor, sino que también nos permite vivir en paz y en propósito, confiando en Su fidelidad eterna.

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