El versículo de Proverbios 10:24 en la Reina-Valera 1960 (RVR1960) dice: “Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean”. Este versículo establece un contraste claro entre el destino del impío y el del justo, y nos ofrece una visión profunda sobre la justicia y la providencia divina.
En el contexto bíblico, el «justo» (δικαίος, dikaios en griego) es aquel que vive de acuerdo con la justicia de Dios. En el Antiguo Testamento, la justicia se entendía como vivir conforme a la ley de Dios, mostrando rectitud y moralidad en la vida cotidiana.
En el Nuevo Testamento, este concepto se amplía con la venida de Jesucristo, quien es nuestra justicia (1ª Corintios 1:30). Ser justo, por lo tanto, implica vivir una vida transformada por la gracia de Dios, donde los deseos del corazón están en sintonía con la voluntad divina.
Proverbios 10:24 señala que “a los justos les será dado lo que desean”. Esta promesa está enraizada en la relación de los justos con Dios.
Salmo 37:4 dice: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Aquí, el deleite en el Señor es clave. El verbo hebreo traducido como «deleitar» (עָנַג, anag) implica un profundo placer y satisfacción en Dios, sugiriendo que nuestros deseos se moldean por nuestra relación con Él. Cuando nos deleitamos en el Señor, nuestros deseos reflejan Su voluntad, y Él está comprometido a cumplirlos.
Santiago 4:3 nos advierte: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Esto nos enseña que no todos los deseos serán concedidos, sino aquellos que son justos y alineados con los propósitos divinos.
Los deseos egoístas o mal dirigidos no serán respondidos, lo que subraya la importancia de tener deseos purificados y conformados a la voluntad de Dios.
El término «deseo» en griego es ἐπιθυμία (epithymia), que en muchos contextos del Nuevo Testamento puede tener una connotación negativa de deseos desordenados o lujuriosos. Sin embargo, cuando se refiere a los deseos de los justos, implica aquellos que son rectos y aprobados por Dios. Un deseo recto es uno que busca la gloria de Dios y el bien de los demás.
Además, en 1ª Juan 5:14-15 se nos asegura: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
La clave aquí es pedir conforme a Su voluntad, lo cual es una característica de los justos. Sus deseos no están centrados en sí mismos, sino en lo que agrada a Dios y cumple Sus propósitos.
En contraste, el impío (רָשָׁע, rasha en hebreo) es aquel que vive en oposición a la voluntad de Dios. Sus temores, como se menciona en Proverbios 10:24, se materializan porque viven alejados de la protección y la bendición de Dios. El impío teme el juicio, el fracaso y la calamidad, y estos temores a menudo se cumplen porque no buscan refugio en Dios.
Por tanto, a los justos les será dado lo que desean porque sus corazones y deseos están en alineación con la voluntad de Dios. Vivir una vida de justicia, según la doctrina bíblica, es una evidencia de la obra de la gracia de Dios en el creyente, quien obra en nosotros tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad (Filipenses 2:13).
Los justos, transformados y guiados por la gracia soberana de Dios, tienen la certeza de que sus deseos, conformes a la voluntad divina, serán cumplidos por el fiel y amoroso Dios.
Deja una respuesta