Trabajar para Comer, 2º Tesalonicenses 3:10

Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” 2º Tesalonicenses 3:10 (RVR1960)

Este versículo a los Tesalonicenses establece un principio fundamental en la economía del Reino de Dios: el trabajo es una responsabilidad ineludible para todos los siervos del Señor.

La exégesis de este pasaje nos lleva a entender que el apóstol Pablo, al dirigir estas palabras a la iglesia en Tesalónica, subraya la importancia del trabajo no solo como un medio de sustento personal, sino como una obligación moral y espiritual.

El trabajo es el vehículo por el cual administramos los recursos que el Señor nos ha confiado, y nuestra disposición a trabajar refleja nuestra obediencia y fidelidad a Su llamado.

Analizando las palabras clave en el idioma original, encontramos que «παραγγέλλω» (paraggellō), traducida como «ordenábamos«, es un término griego que implica una instrucción con autoridad. Como administradores de los bienes del Señor, debemos reconocer que Su mandato de trabajar no es opcional, sino una directiva que debemos cumplir con diligencia y compromiso.

El término “ἐργάζομαι” (ergazomai), traducido como «trabajar«, se refiere a un esfuerzo laborioso y productivo. Este verbo nos recuerda que el trabajo no es solo una actividad física, sino una tarea espiritual que realizamos como ministros del Señor.

Todo trabajo realizado con integridad y esfuerzo es una forma de servir a Cristo, quien es la fuente de todas las riquezas, y de quien depende nuestra provisión.

Finalmente, la palabra “ἐσθίω” (esthiō), traducida como «coma«, destaca la consecuencia directa de la falta de trabajo: la carencia. En el contexto de la mayordomía financiera, esto nos enseña que el sustento diario, aunque es un don del Señor, también está ligado a nuestra disposición a trabajar y administrar con sabiduría los recursos que Él nos proporciona.

Un versículo adicional que apoya este principio lo encontramos en Proverbios 10:4, que dice: «La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece.» Este versículo complementa la enseñanza de 2ª Tesalonicenses 3:10, al resaltar que la diligencia en el trabajo trae prosperidad, mientras que la negligencia lleva a la pobreza.

Como mayordomos, somos llamados a ser diligentes, sabiendo que nuestra labor es un reflejo de nuestra fidelidad a nuestro Amo.

Para ilustrar uno de los principios más representativos de este versículo, consideremos el ejemplo de un empresario cristiano que dirige su negocio con integridad y esfuerzo. Este empresario trabaja arduamente, no solo para mantener su empresa, sino para asegurar que pueda proveer para su familia y también contribuir al bienestar de su comunidad.

En ese ejemplo, vemos cómo el trabajo diligente no solo sustenta al empresario, sino que también le permite ser un canal de bendición para otros, administrando los recursos del Señor de manera que honra Su nombre.

También le interesaría:

En resumen, los principios extraídos de este versículo nos enseñan que el trabajo es una responsabilidad dada por Dios, y nuestra disposición a trabajar con diligencia refleja nuestra obediencia y fidelidad como mayordomos de Sus riquezas.

Aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos permite manejar las finanzas de una manera que glorifique a Dios, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él y debe ser administrado conforme a Su voluntad.

Comparte en tus redes


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *