El 2 de mayo de 373 (Historia Antigua), falleció Atanasio de Alejandría, conocido como “el padre de la Ortodoxia”. Atanasio es una figura monumental en la historia del cristianismo, especialmente reconocido por su incansable defensa de la divinidad de Cristo.
Su vida y obra están profundamente entrelazadas con el desarrollo del cristianismo ortodoxo y la consolidación del canon del Nuevo Testamento.
Atanasio asistió al Concilio de Nicea en el año 325, un evento crucial donde se condenó el arrianismo, una doctrina que negaba la divinidad de Jesucristo, argumentando que había sido creado por Dios y por lo tanto no era coeterno con el Padre.
Posteriormente, Atanasio se convirtió en el obispo de Alejandría, y desde este influyente cargo, continuó la lucha contra el arrianismo y otras herejías que amenazaban la doctrina de la Iglesia primitiva.
A lo largo de su episcopado, Atanasio fue exiliado de su sede hasta cinco veces debido a las intrigas políticas y eclesiásticas que buscaban socavar su influencia y silenciar su voz. A pesar de estos desafíos, nunca se desvió de su compromiso con la ortodoxia cristiana.
Sus exilios fueron marcados por la adversidad, pero también por una profunda resiliencia y dedicación a su causa.
Atanasio es también notable por ser el primero en listar los libros del Nuevo Testamento tal como los conocemos hoy. Su Festal Letter de 367 es uno de los primeros documentos que enumeran los 27 libros del Nuevo Testamento, reconociéndolos como canónicos y autoritativos para la fe y la práctica cristianas.
Más allá de sus contribuciones doctrinales y eclesiásticas, Atanasio fue un prolífico escritor. Sus obras no solo defendían la divinidad de Cristo sino que también articulaban una visión de Cristo como el Logos eterno, no creado, que se encarnó para la salvación de la humanidad.
En sus escritos, Atanasio defendió apasionadamente la idea de que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, un pilar fundamental de la teología cristiana que ha perdurado a través de los siglos.
La vida de Atanasio estuvo marcada por la difamación y la controversia, pero su legado como defensor inquebrantable de la fe cristiana y su influencia en la formación del cristianismo ortodoxo son incuestionables.
A pesar de las numerosas dificultades y oposiciones, Atanasio permaneció fiel a su visión de un Cristo no creado, consolidando así las bases doctrinales que continuarían moldeando el cristianismo en los siglos venideros.
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