El 7 de junio de 1891 (Historia Contemporánea), el famoso predicador bautista inglés Charles Haddon Spurgeon pronunció su último sermón en el Metropolitan Tabernacle de Londres. Spurgeon, conocido por su elocuencia y pasión, logró atraer a un promedio de 6 mil personas en cada uno de sus servicios.
Su ministerio, marcado por un profundo compromiso con la enseñanza bíblica y la evangelización, dejó una huella imborrable en la historia del cristianismo.
En su último sermón, Spurgeon expresó una verdad poderosa y contundente sobre la naturaleza del servicio y la devoción. Dijo: “Aquellos que no tienen maestro son esclavos de sí mismos. Tenedlo por seguro, serviréis o a Satanás o a Cristo, a vosotros mismos o al Salvador. Encontraréis que el pecado, el yo, Satanás y el mundo son amos duros; pero si vestís el uniforme de Cristo, encontraréis en él un corazón manso y humilde, y hallaréis descanso para vuestras almas. Él es el más magnánimo de los capitanes”.
Estas palabras resuenan con la profundidad de una verdad eterna y un llamado a la reflexión sobre la lealtad y el servicio.
Spurgeon presenta una dicotomía clara: todos servimos a un maestro, ya sea el pecado, el yo, Satanás, el mundo, o Cristo. Los primeros son amos crueles, que llevan a la esclavitud y al sufrimiento. En contraste, Cristo es descrito como un maestro manso y humilde, cuya guía proporciona descanso y paz para el alma.
Spurgeon resalta la magnanimidad de Cristo, comparándolo con un capitán noble y generoso. Este capitán no impone cargas pesadas ni trata a sus seguidores con dureza, sino que ofrece una vida de propósito y plenitud.
Para Spurgeon, la decisión de servir a Cristo no solo es la más sabia, sino también la que trae verdadera libertad y satisfacción.
Este último sermón de Spurgeon, lleno de sabiduría y convicción, encapsula el núcleo de su mensaje evangélico: la necesidad de escoger a quién servimos y la promesa de descanso y alivio en Cristo.
Su legado continúa inspirando a muchos, recordándonos que en la decisión de seguir a Cristo, encontramos el verdadero sentido de la vida y la paz que solo Él puede ofrecer.
Spurgeon nos desafía a considerar nuestras propias vidas y a quién estamos sirviendo. Nos invita a abandonar los duros y desalmados amos del pecado y del yo, y a vestir el uniforme de Cristo, donde encontraremos no solo un maestro amoroso, sino también un amigo fiel y un guía seguro hacia la vida eterna.
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