Con Temor y Temblor, Filipenses 2:12-13

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Filipenses 2:12-13

En Filipenses 2:12, el apóstol Pablo nos exhorta a «ocuparse en nuestra salvación con temor y temblor». La palabra «ocuparse» proviene del griego «κατεργάζομαι» (katergazomai), que implica trabajar activamente para lograr algo, completar una tarea con esfuerzo y dedicación. Este término destaca la responsabilidad que tenemos como administradores de la gracia de Dios, incluyendo el manejo de las finanzas que el Señor nos ha confiado.

Como siervos de Cristo, debemos considerar cada recurso como un don del Señor, utilizándolo sabiamente para Su gloria y para el bien de Su reino. Nuestro Salvador es la fuente de todas las riquezas, y nuestras decisiones financieras deben reflejar una administración fiel de lo que es verdaderamente de Él.

Este principio encuentra apoyo en Lucas 16:10, donde se nos enseña que «el que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel».

La palabra «temor» en griego es «φόβος» (phobos), que se traduce como reverencia o respeto profundo hacia Dios. Este temor reverente debería motivarnos a manejar los bienes del Señor con un sentido de profunda responsabilidad, sabiendo que somos simples administradores de Sus tesoros.

Como mayordomos, debemos invertir y gastar con sabiduría, buscando siempre maximizar el impacto positivo de nuestras decisiones financieras. En 1ª Corintios 4:2 se nos recuerda que «ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel». Esto nos llama a ser diligentes y fieles en la gestión de las finanzas que Dios nos ha encomendado.

El «temblor» se refiere a «τρόμος» (tromos), un temblor que refleja una comprensión profunda de nuestra dependencia de Dios para cada aspecto de nuestra vida, incluida la gestión de las finanzas. Como ministros del Señor, debemos recordar que cualquier riqueza o recurso que tengamos no es nuestro, sino del Señor, y debemos buscar Su dirección en cómo utilizarlo.

La parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) ilustra este principio claramente: el siervo que utilizó sabiamente los talentos que le fueron confiados fue recompensado, mientras que el que los enterró por miedo fue reprendido. Este relato nos enseña a invertir los recursos del Señor en maneras que produzcan frutos espirituales y materiales, demostrando así nuestra fidelidad y confianza en Su provisión.

Un ejemplo práctico de este principio es la práctica de elaborar un presupuesto familiar. Al planificar cuidadosamente cómo se utilizarán los recursos del Señor, podemos asegurarnos de que nuestras necesidades básicas estén cubiertas, al tiempo que destinamos una parte a la obra del Señor y a ayudar a aquellos que están en necesidad.

Esta planificación refleja una administración responsable de los bienes del Señor y demuestra nuestro compromiso de honrar a Dios en nuestras decisiones financieras.

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En conclusión, al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de una manera que honre a Dios y refleje nuestra identidad como Sus siervos fieles.

Recordemos siempre que todas las riquezas y bienes que poseemos son del Señor, y nuestra responsabilidad es gestionarlos de manera que glorifiquen Su nombre y avancen Su reino en la tierra.

Al vivir con esta perspectiva, no solo estaremos cumpliendo con nuestra responsabilidad como mayordomos, sino también experimentando la paz y el propósito que vienen al alinearnos con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo.

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