La idea de «decláralo» sugiere que simplemente expresar algo en fe garantizará su realización. Sin embargo, esta perspectiva no refleja la forma en que Dios actúa de manera integral en nuestras vidas. Dios no se maneja como una especie de ruleta, donde las oportunidades se presentan al azar sin ningún esfuerzo o preparación de nuestra parte. En lugar de eso, Dios trabaja en nosotros y a través de nosotros, guiándonos y preparándonos para las oportunidades y desafíos que enfrentamos.
Un ejemplo claro de esto se encuentra en la historia de David y Goliat. David no derrotó a Goliat simplemente porque fue enviado por su padre a llevar alimentos a sus hermanos.
David fue capaz de matar a Goliat porque había pasado tiempo preparándose y desarrollando sus habilidades. En 1º Samuel 17:34-36, David le dice a Saúl: «Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre, y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.»
Este pasaje muestra que David tenía una experiencia previa significativa en el combate contra animales peligrosos. Su victoria sobre Goliat no fue un evento fortuito; fue el resultado de años de entrenamiento y dependencia de Dios en situaciones difíciles.
Otro ejemplo es el de los jóvenes judíos llevados a Babilonia, como se describe en el libro de Daniel. Estos jóvenes, entre ellos Daniel, Ananías, Misael y Azarías, fueron seleccionados para servir en la corte del rey Nabucodonosor debido a sus cualidades excepcionales.
En Daniel 1:3-4, leemos: «Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey, y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.»
Estos jóvenes no fueron llevados ante el rey solo por su linaje o apariencia física, sino también por su sabiduría, conocimiento y habilidades. Su preparación y cualidades eran esenciales para ser considerados para un puesto tan elevado. Daniel, en particular, destacó no solo por su sabiduría, sino también por su devoción a Dios, lo que lo llevó a interpretaciones de sueños y visiones que impresionaron al rey.
Dios nos llama a ser diligentes y a utilizar los talentos y habilidades que nos ha dado. En Proverbios 22:29, se nos dice: «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; No estará delante de los de baja condición.»
Este versículo enfatiza la importancia de la diligencia y la habilidad en nuestro trabajo. Dios recompensa el esfuerzo y la preparación, abriendo puertas y proporcionando oportunidades a aquellos que son fieles en desarrollar y utilizar sus dones.
Además, en Eclesiastés 9:10 leemos: «Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.»
Este pasaje nos anima a trabajar con todas nuestras fuerzas en todo lo que emprendemos. Dios espera que seamos proactivos y diligentes, utilizando nuestras capacidades al máximo.
La noción de «decláralo» también puede ser contraproducente si se interpreta como una licencia para la pasividad. La fe sin obras es muerta, como nos recuerda Santiago 2:17: «Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.»
Nuestra fe debe ser activa y acompañada de acciones concretas que demuestren nuestra confianza en Dios. Declarar nuestras necesidades y deseos está bien, pero también debemos estar dispuestos a trabajar y prepararnos para las oportunidades que Dios nos presenta.
Dios no actúa de manera aleatoria ni promueve una actitud de esperar pasivamente a que las cosas sucedan. Él nos llama a ser diligentes, a prepararnos y a actuar con sabiduría y esfuerzo.
Así como David se entrenó y confió en Dios en medio de sus desafíos, y como los jóvenes judíos en Babilonia se destacaron por sus cualidades excepcionales y preparación, nosotros también debemos hacer lo mismo en nuestras vidas, sabiendo que Dios es integral y fiel para con nosotros.
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