Toda Bendición, Efesios 1:3

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Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Efesios 1:3.

Ese versículo, escrito por el apóstol Pablo, subraya la generosidad de Dios hacia nosotros, enfatizando que estas bendiciones son de naturaleza espiritual y se encuentran en Cristo.

En el contexto de la mayordomía bíblica, este versículo nos recuerda que, aunque las bendiciones materiales y financieras pueden formar parte de la provisión de Dios para sus hijos, las bendiciones espirituales en Cristo son de mayor importancia y valor.

Las Escrituras nos enseñan a buscar primero el reino de Dios y su justicia, con la confianza de que nuestras necesidades materiales serán atendidas (Mateo 6:33).

La mayordomía bíblica, por lo tanto, no se limita a la gestión de nuestros recursos financieros, sino que abarca la totalidad de nuestra vida, incluyendo nuestra relación con Dios, con los demás y con la creación.

El énfasis en “toda bendición espiritual” en Efesios 1:3 nos invita a valorar y buscar las riquezas espirituales disponibles en Cristo, tales como la redención, el perdón de pecados, la adopción como hijos de Dios, la sabiduría, la esperanza de la vida eterna, y el fruto del Espíritu, entre otras.

Estas bendiciones son eternas, no perecen y tienen un impacto profundo en cómo vivimos nuestras vidas, cómo interactuamos con otros y cómo gestionamos los recursos que Dios nos ha confiado.

En cuanto a la mayordomía de los recursos financieros y materiales, el Nuevo Testamento enseña a usarlos de manera que reflejen los valores del reino de Dios, promoviendo la generosidad, la justicia y el cuidado de los necesitados (2ª Corintios 9:6-7; Santiago 2:15-17).

Aunque Efesios 1:3 no habla específicamente de bendiciones financieras, el principio de buscar las bendiciones espirituales por sobre las materiales informa nuestra perspectiva sobre la mayordomía en todas las áreas de la vida, incluidas nuestras finanzas.

En resumen, Efesios 1:3, dentro del contexto de la mayordomía bíblica, nos recuerda la preeminencia de las bendiciones espirituales en Cristo sobre las temporales y materiales.

Nos desafía a vivir de manera que honremos a Dios con todo lo que somos y tenemos, reconociendo que nuestro mayor tesoro se encuentra en nuestra relación con Él.

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