Dios nunca nos otorgará más dinero del necesario, ni nos dará menos; Su equidad es lo que le caracteriza.
La equidad se refiere a la justicia o imparcialidad en el trato de los individuos, considerando sus circunstancias particulares para lograr un resultado justo.
Implica un sentido de rectitud y equilibrio en la distribución de recursos, oportunidades y trato.
Al describir a Dios con la cualidad de equidad, se está enfatizando Su capacidad para otorgar lo que cada persona necesita de manera justa y considerada, sin favorecer de forma injusta a unos sobre otros y atendiendo a las necesidades individuales de cada uno.
La equidad, en este sentido, resalta un principio de justicia adaptativa que asegura que cada uno reciba según sus necesidades y situaciones personales, reflejando una profunda comprensión y compasión hacia la humanidad.
Por nuestra parte la equidad, desde el punto de vista de la mayordomía bíblica en las finanzas, implica reconocer y actuar bajo el principio de que todo lo que poseemos es, en realidad, un regalo o un depósito confiado por Dios.
En este marco, la equidad se manifiesta en cómo gestionamos esos recursos, en concordancia con los principios de justicia, rectitud y amor que se encuentran a lo largo de la Escritura.
La Biblia nos enseña sobre la importancia de la generosidad, la honestidad y la justicia en nuestras finanzas. Por ejemplo, en Proverbios 11:1 se dice: “Balanza engañosa es abominación a Jehová, mas la pesa justa le agrada.” Este versículo, y muchos otros, resaltan la importancia de la integridad y la justicia en todas nuestras transacciones y manejos financieros.
Bajo la mayordomía bíblica, reconocemos que Dios nos provee no solo para satisfacer nuestras necesidades personales, sino también para que podamos ser un canal de bendición para otros.
Esto se alinea con el concepto de equidad, ya que implica distribuir y utilizar los recursos de manera que reflejen el carácter justo y amoroso de Dios, atendiendo las necesidades de los demás y promoviendo el bienestar común.
En 2ª Corintios 9:7, Pablo habla sobre la generosidad en la contribución, diciendo: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre”.
Ese versículo subraya la actitud con la que debemos gestionar y compartir los recursos recibidos de mano de Dios, una que refleje la generosidad y la voluntad propia, inspirada por el amor y la gratitud hacia Él.
La mayordomía bíblica en las finanzas, por tanto, nos llama a ser equitativos en nuestro manejo del dinero y los recursos, buscando siempre la guía de Dios en nuestras decisiones financieras y teniendo en cuenta las necesidades de los manos necesitados en el mundo.
Esto implica ser prudentes, generosos y justos, reflejando así el carácter de Dios en el mundo material.
En resumen, ser buenos mayordomos de nuestras finanzas según los principios bíblicos significa gestionar la riqueza de manera que honre a Dios, promueva la equidad y contribuya al bienestar de los demás.
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