“Y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.” 1ª Tesalonicenses 5:13 (RVR1960)
Este versículo nos llama a honrar y estimar a quienes trabajan en la obra de Dios, reconociendo la importancia de su labor y promoviendo la paz en la comunidad de creyentes.
En el contexto de la mayordomía financiera, el pasaje resalta un principio de respeto hacia los recursos y dones que Jesús ha confiado a otros, alentándonos a actuar con paz y gratitud, y a valorar los esfuerzos de quienes dedican su vida a servirle.
Como administradores de las bendiciones que el Señor nos ha encargado, este respeto y aprecio también se traduce en la manera en que manejamos las finanzas del ministerio y los recursos encomendados a cada uno.
Al analizar las palabras clave del versículo en el griego original, “estima” viene de la palabra hegeomai, que implica reconocer y valorar profundamente, no solo en el sentido de honra, sino de liderazgo y ejemplo.
Eso nos enseña que, como siervos de Cristo, debemos reconocer el valor de la obra y de los recursos con los que otros sirven al Señor, no como posesiones personales sino como una manifestación de la gracia de Dios en sus vidas.
La palabra “amor” en este contexto, agape, enfatiza un amor sacrificial y desinteresado, recordándonos que nuestro trato hacia los recursos, bienes y dinero debe ser con una actitud de entrega y no de avaricia.
La frase “por causa de su obra” subraya que toda labor y recurso están dedicados al propósito y a la obra de Cristo, no a nuestras ambiciones, lo cual se confirma en Colosenses 3:23: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.”
Este pasaje también nos exhorta a “tener paz entre nosotros”. La palabra griega eirene, traducida como “paz”, implica armonía y unidad, lo cual es esencial en el manejo de los recursos del Señor.
En lugar de competir o codiciar, debemos actuar como ministros de Jesucristo que fomentan la paz, reconociendo que toda riqueza y posesión proceden de Él y son administradas conforme a Su voluntad. En este sentido, el dinero y los bienes no son para nuestras ambiciones personales, sino para apoyar la obra de Dios y beneficiar a la comunidad de creyentes.
Un ejemplo práctico de este principio puede observarse cuando colaboramos en la administración de las finanzas de la congregación local. Si reconocemos y valoramos el trabajo de quienes manejan los fondos del ministerio con honestidad y transparencia, estamos promoviendo paz y unidad en el cuerpo de Cristo.
Eso también implica que, como ministros, apoyemos y honremos a quienes son responsables de esta administración, sabiendo que Jesús nos ha confiado estos bienes para Su gloria y no para nuestras ganancias personales.
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Para aplicar estos principios en la vida diaria, necesitamos recordar que cada recurso en nuestras manos es del Señor, y nosotros somos Sus administradores.
Nuestros pensamientos deben estar sometidos a la voluntad de Dios, y debemos actuar con gratitud, respeto y amor en el uso de cada recurso, fomentando la paz y el bienestar de la comunidad de creyentes.
Así, al manejar las finanzas de una manera que honre a Dios, damos testimonio de que Cristo es la fuente de todas las riquezas y el Señor de cada aspecto de nuestra vida.
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