George Whitefield

George Whitefield, uno de los predicadores más influyentes del siglo XVIII, fue una figura central en el Gran Despertar, un movimiento religioso que barrió las colonias americanas y Gran Bretaña en ese período. Su estilo apasionado y su habilidad para atraer grandes multitudes lo convirtieron en una figura carismática y en un evangelista muy eficaz. 

El 6 de julio de 1740, Whitefield escribió en su diario sobre su labor de predicación. En este día particular, anotó: “Prediqué dos veces ayer y dos veces hoy, y tenía grandes razones para creer que nuestro Señor obtuvo la victoria en algunos corazones: porque la palabra era con poder”. Esta entrada nos da una visión de su incansable dedicación a la evangelización y de su creencia en la eficacia de su predicación.

Whitefield nació en Gloucester, Inglaterra, el 16 de diciembre de 1714. Asistió al Pembroke College en Oxford, donde se unió al «Holy Club», un grupo de estudiantes piadosos que también incluía a John y Charles Wesley. 

Este grupo sería fundamental en el desarrollo del metodismo. Whitefield se ordenó como diácono en la Iglesia de Inglaterra en 1736 y comenzó a predicar de inmediato, atrayendo la atención por su estilo emotivo y dramático.

En 1738, Whitefield viajó a las colonias americanas por primera vez, donde su predicación provocó una respuesta entusiasta. Durante su carrera, cruzó el Atlántico trece veces y predicó a decenas de miles de personas en ambos continentes. 

Su mensaje se centraba en la necesidad del nuevo nacimiento, la conversión personal y la santidad de vida, temas que resonaban profundamente en un período de creciente secularismo y racionalismo.

La entrada de su diario del 6 de julio de 1740 refleja varios aspectos clave de su ministerio:

Frecuencia y Dedicación a la Predicación: Whitefield predicaba con una frecuencia asombrosa. En este caso, predicó cuatro veces en dos días, una hazaña que subraya su compromiso inquebrantable y su energía aparentemente interminable. 

Su deseo de alcanzar a tantas personas como fuera posible lo llevó a viajar constantemente y a predicar en cualquier lugar donde pudiera reunir una audiencia, desde iglesias hasta campos abiertos.

Confianza en el Poder de la Palabra: Whitefield creía firmemente en el poder transformador de la predicación del Evangelio. Cuando menciona que «la palabra era con poder», se refiere a su convicción de que el Espíritu Santo estaba obrando a través de sus palabras para cambiar los corazones de las personas. 

Esta confianza no solo le daba fuerza, sino que también inspiraba a sus oyentes a tomar en serio su mensaje.

Impacto en los Oyentes: Whitefield observa que tenía «grandes razones para creer que nuestro Señor obtuvo la victoria en algunos corazones». 

Esto indica que veía resultados tangibles de su labor evangelizadora, con personas que se convertían y cambiaban sus vidas como resultado de sus sermones. 

Este impacto inmediato y visible era una fuente de aliento y validación para él.

Espiritualidad y Reflexión Personal: Whitefield era un hombre profundamente espiritual que mantenía una estrecha relación con Dios a través de la oración y la reflexión. 

Sus diarios y cartas revelan a alguien que constantemente evaluaba su propio estado espiritual y el de sus oyentes, buscando siempre la guía y la aprobación divina en su ministerio.

Whitefield también era conocido por su estilo de predicación, que rompía con las normas de la época. En lugar de leer sermones escritos con una entonación monótona, él hablaba extemporáneamente, utilizando una voz potente y emotiva para captar la atención de sus oyentes. 

Su habilidad para representar vívidamente las historias bíblicas y para conectar emocionalmente con la audiencia lo hacía extraordinariamente efectivo.

A pesar de su éxito, Whitefield no estuvo exento de controversias. Sus métodos y mensajes a veces lo pusieron en conflicto con las autoridades religiosas y con otros líderes evangélicos, incluidos los propios Wesley. 

No obstante, su legado es innegable. Fue instrumental en la formación del metodismo y en la revitalización de la fe cristiana en Gran Bretaña y América del Norte.

La entrada de su diario del 6 de julio de 1740 es un testimonio de su incansable esfuerzo y de su fe en la misión que sentía que Dios le había encomendado. 

Whitefield murió en 1770, pero su influencia perdura, no solo en las denominaciones que ayudó a fundar, sino también en la manera en que la predicación evangélica se practica hoy en día. 

Su vida y ministerio continúan siendo una inspiración para los cristianos de todo el mundo.

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