La inmutabilidad de Dios es un pilar en el entendimiento de su carácter; Él no cambia, y por ende, sus palabras y principios también permanecen constantes a lo largo del tiempo.
En cuanto a la mayordomía financiera, las Escrituras nos presentan principios claros y atemporales que deben guiar nuestra administración del dinero que Dios provee. Tal como lo expresó el apóstol Pablo en Filipenses 4:12-13, debemos aprender a estar contentos en toda situación, ya sea en la abundancia o en la escasez.
Por tanto, el enfoque de la mayordomía financiera bíblica no está en cambiar las instrucciones divinas para acomodarlas a nuestras circunstancias, sino en transformar nuestra actitud y enfoque hacia el dinero y los recursos.
Se nos llama a vivir dentro de los medios que Dios nos ha dado, ya sean estos abundantes o limitados.
La adaptación no se encuentra en las palabras de Dios, sino en nuestros corazones y mentes, aprendiendo a ser contentos y fieles en la administración de lo que se nos ha confiado.
Los cambios necesarios no son en las Escrituras sino en nosotros, para alinear nuestra vida con la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Esto podría significar ajustar nuestros hábitos de consumo, aprender a vivir más frugalmente, o incluso, cuando estamos en tiempos de abundancia, usar nuestros recursos para bendecir a otros y no solo para nuestro propio beneficio.
La clave está en reconocer que somos meros administradores de lo que Dios nos ha dado y que debemos usarlo de manera que honre a Él y refleje su amor y generosidad hacia los demás.
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