Martyn Lloyd-Jones, un prominente predicador y teólogo cristiano del siglo XX, falleció el 1º de marzo de 1981, dejando tras de sí un legado de profundo impacto teológico y pastoral.
Conocido por su firme compromiso con la exposición bíblica y la predicación centrada en el Evangelio, su vida y ministerio continuaron influyendo en innumerables creyentes y líderes cristianos mucho después de su muerte.
En los días previos a su partida hacia lo que él denominó “la gloria”, Lloyd-Jones expresó a su familia un deseo que encapsula su profunda fe y comprensión de la vida eterna. Al pedirles que no oraran por su curación, “No me apartes de la gloria”, reveló su anhelo por estar en presencia del Señor, considerando la muerte no como un final temido, sino como una transición gloriosa hacia una realidad más grande y eterna.
Esta perspectiva sobre la muerte y la eternidad refleja una teología arraigada en la esperanza cristiana de la resurrección y la vida eterna prometidas en Jesucristo.
Para Lloyd-Jones, la verdadera curación no se encontraba en prolongar su vida terrenal, sino en entrar en la plenitud de la vida eterna con Cristo.
Su actitud no solo demuestra una fe inquebrantable sino que también ofrece una poderosa lección sobre el valor de la vida eterna sobre la temporal.
La partida de Lloyd-Jones a la “gloria” el 11º de marzo de 1981 marcó el fin de su jornada terrenal, pero su legado y sus enseñanzas continúan resonando.
Su enfoque en la importancia de la predicación bíblica, la necesidad de una fe viva y personal en Cristo, y la esperanza de la gloria eterna siguen siendo pilares para muchos en la fe cristiana.
Su deseo de no ser apartado de la gloria resuena como un eco de la promesa bíblica de que para los creyentes, estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor, una verdad que Lloyd-Jones abrazó plenamente en sus últimos días.
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