Mateo 7:24-25 dice: “Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.”
Prudente es aquel que actúa con sabiduría y previsión en la gestión de sus recursos. La Biblia nos llama a ser buenos administradores de lo que Dios nos ha confiado, lo cual incluye nuestras finanzas.
La prudencia financiera implica planificar y tomar decisiones informadas, evitando gastos impulsivos y tomando en cuenta las posibles consecuencias a largo plazo. Proverbios 21:5 nos recuerda: “Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!” Este versículo subraya la importancia de la planificación cuidadosa y de evitar la precipitación en nuestras decisiones económicas.
Edificó su casa sobre la roca se refiere a construir una base sólida y duradera. En el contexto financiero, esto significa establecer una base económica robusta mediante el ahorro, la inversión prudente y la reducción de deudas.
La Biblia nos enseña en Proverbios 6:6-8: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual, no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” Así como la hormiga prepara y almacena para el futuro, nosotros también debemos ahorrar y prepararnos para tiempos de necesidad, asegurando que nuestras finanzas estén en una posición sólida.
Roca simboliza algo firme, inamovible y confiable. En nuestras finanzas, construir sobre la roca significa basar nuestras decisiones y acciones en principios sólidos y confiables, como la integridad, la honestidad y la diligencia.
Salmo 37:21 dice: “El impío toma prestado y no paga; mas el justo tiene misericordia y da.” Este versículo enfatiza la importancia de la honestidad en nuestras transacciones financieras y el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Fundada sobre la roca significa que nuestras decisiones y acciones financieras deben estar arraigadas en la palabra de Dios y en sus principios. Esto nos proporciona una guía y una dirección que nos ayuda a navegar las dificultades económicas y a mantenernos firmes en nuestras convicciones.
En Lucas 16:10, se nos dice: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.” Ser fieles en la administración de incluso los recursos más pequeños refleja nuestra obediencia a Dios y nos prepara para manejar mayores responsabilidades.
Además de estos principios, la Biblia nos enseña otros aspectos importantes de la mayordomía financiera. La generosidad es un principio clave. En 2ª Corintios 9:7, se nos exhorta: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”
La disposición a dar y compartir con otros no solo es un acto de obediencia, sino también una manera de reflejar el amor y la provisión de Dios en nuestras vidas.
El principio de no amar el dinero es igualmente crucial. En 1ª Timoteo 6:10, se nos advierte: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”
El amor al dinero puede llevarnos a la avaricia y a la desobediencia, alejándonos de la verdadera fe y causando gran dolor. Debemos recordar que nuestras riquezas y recursos son provisiones de Dios y no el fin último de nuestra existencia.
La deuda es otro tema significativo. Romanos 13:8 dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” Este versículo nos anima a evitar la deuda y a vivir dentro de nuestros medios. La deuda puede ser una carga y una fuente de esclavitud financiera, impidiéndonos vivir en libertad y servir a Dios plenamente.
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En conclusión, la mayordomía bíblica en el área de las finanzas nos llama a ser prudentes, a construir nuestras finanzas sobre fundamentos sólidos, a actuar con integridad y diligencia, a ser generosos, a evitar el amor al dinero y a mantenernos libres de deudas. Al seguir estos principios, no solo honramos a Dios con nuestras finanzas, sino que también aseguramos una base económica firme y duradera, capaz de resistir las pruebas y dificultades de la vida.
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