Mucho o Poco; 2ª Corintios 8:15

Como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.” 2ª Corintios 8:15 (RVR1960)

Este versículo se refiere al principio de equidad en la provisión de Dios, ilustrado originalmente en el contexto del maná recogido por los israelitas en el desierto (Éxodo 16:18). Pablo lo utiliza aquí para enseñar sobre la generosidad entre los creyentes, recordando que los bienes que el Señor nos confía deben ser administrados de manera que todos tengan suficiente. Como siervos del Señor, somos llamados a manejar las finanzas con sabiduría y justicia, reconociendo que todo proviene de Él y es para Su gloria.

En el idioma original, el término griego para «recogió» (συνάγω, synagō) implica «reunir» o «juntar», y nos recuerda que nuestras acciones financieras deben estar sometidas a la voluntad de Dios. El acto de recolectar no es para acumular egoístamente, sino para suplir necesidades conforme al propósito divino. 

La palabra «mucho» (πλεῖον, pleion) no enfatiza abundancia absoluta, sino una suficiencia responsable; mientras que «menos» (ἔλασσον, elasson) subraya que incluso lo pequeño, cuando es provisto por Dios, es suficiente. Este análisis nos enseña que la riqueza no es para nuestra satisfacción personal, sino para cumplir con el diseño divino de provisión y cuidado mutuo.

Jesucristo, fuente de todas las riquezas, nos ha encomendado administrar sabiamente lo que nos ha dado. Un principio clave aquí es la dependencia de Su provisión. Esto se refuerza con Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Este versículo complementa la enseñanza de 2ª Corintios 8:15, recordándonos que el Señor es quien provee según Su abundancia y no según nuestra capacidad.

Un ejemplo práctico de este principio es una congregación local que establece un fondo de ayuda mutua. Los miembros que tienen más recursos contribuyen generosamente, mientras que aquellos en necesidad pueden recibir apoyo en momentos de dificultad. Este sistema refleja el equilibrio mencionado en el versículo: los bienes del Señor no son acumulados para unos pocos, sino redistribuidos según las necesidades de la comunidad, en obediencia a Su palabra.

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Aplicar estos principios en la vida diaria requiere un enfoque humilde y sometido a Dios en la administración de las finanzas. No debemos vernos como dueños de lo que poseemos, sino como administradores de lo que Jesús nos ha confiado. Esto incluye dar con generosidad, planificar con sabiduría y confiar en Su provisión en tiempos de abundancia y necesidad. De esta manera, nuestras acciones financieras no solo cubrirán necesidades, sino que también glorificarán a Cristo y reflejarán Su amor al mundo.

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