Patrick Hamilton quemado en la estaca en St. Andrews

El 29 de febrero de 1528, un evento significativo marcó la historia de Escocia y sentó las bases para uno de los movimientos de reforma religiosa más profundos del mundo. En este día, Patrick Hamilton, un joven y ardiente defensor de las ideas luteranas, fue quemado en la estaca en St. Andrews.

Este acto no solo fue un intento de sofocar la disidencia religiosa, sino que también terminó siendo un catalizador para el cambio.

Patrick Hamilton, proveniente de una distinguida familia escocesa, había abrazado las enseñanzas de la Reforma Protestante, que se estaban extendiendo por Europa gracias a figuras como Martín Lutero.

Al regresar a Escocia después de estudiar en el continente, Hamilton comenzó a predicar y difundir ideas reformistas, lo que rápidamente lo puso en el radar de la Iglesia católica.

La ejecución de Hamilton pretendía ser una advertencia severa para los simpatizantes de la Reforma, pero tuvo el efecto contrario. Se dice que el “hedor de Master Patrick Hamilton infectó a tantos como el viento alcanzó”, una metáfora de cómo sus ideas y su martirio se esparcieron, inspirando a muchos otros a cuestionar las prácticas de la Iglesia católica y a buscar un cambio religioso.

Entre ellos estaba el padre Alexander Ales (Alesius), quien inicialmente tenía la tarea de convencer a Hamilton de retractarse, pero que en cambio se vio profundamente afectado por su firmeza y sacrificio, convirtiéndose él mismo en un reformador.

El martirio de Hamilton no solo avivó las llamas de la disidencia religiosa en Escocia, sino que también contribuyó a la creación de un movimiento de reforma que eventualmente se convertiría en uno de los más completos y radicales del mundo.

La Reforma Escocesa, formalmente consolidada con la adopción del presbiterianismo como religión oficial en la segunda mitad del siglo XVI, fue notable por su rechazo total a la autoridad papal y por establecer una iglesia nacional basada en principios protestantes.

El legado de Patrick Hamilton, por lo tanto, va más allá de su trágico final. Su determinación y su sacrificio se convirtieron en un símbolo de resistencia contra la corrupción y el dogmatismo, inspirando a generaciones futuras a perseguir una fe más personal y basada en la interpretación de las Escrituras.

La Reforma Escocesa, caracterizada por su rigor y profundidad, no solo remodeló el panorama religioso de Escocia, sino que también tuvo un impacto duradero en la identidad cultural y nacional del país.

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