-Como administradores de los recursos del Señor, debemos aprender a vivir sin avaricia, contentos con lo que Él nos ha dado, y confiar en Su provisión constante para nuestras necesidades.
-La Biblia subraya la importancia de reconocer a Dios como el proveedor de todas las cosas y de honrarlo al ofrendar.
-Tenemos la responsabilidad, como siervos de Dios, de manejar con integridad y generosidad los recursos que nos ha confiado.
-La actitud de los primeros cristianos, quienes aceptaron con gozo la pérdida de sus bienes materiales, daban a entender que su verdadera herencia estaba en el cielo.
-Como administradores de los bienes de Dios, debemos valorar más las riquezas eternas que las posesiones terrenales, confiando en la promesa de una herencia duradera en Cristo.
-Las Escrituras nos advierten sobre los peligros de acumular riquezas terrenales sin considerar la justicia y la piedad.
-Las riquezas materiales no son eternas, y si no las usamos de manera que honre a Dios, pueden convertirse en una fuente de juicio en lugar de bendición.
-Como siervos de Cristo, debemos manejar Sus recursos con un enfoque en el servicio a Él y a los demás, en lugar de acumular solo para nosotros mismos.
-Sirvamos a otros no con un enfoque en la ganancia deshonesta, sino con un corazón dispuesto y voluntario.
-Nuestra motivación al manejar los recursos que Dios nos ha confiado debe ser pura y orientada hacia el servicio, no hacia la codicia o el beneficio personal.
-Nuestro valor y redención no provienen de riquezas materiales como el oro o la plata, sino de la sangre preciosa de Cristo.
-Como mayordomos de los recursos de Dios, debemos valorar las posesiones a la luz de la redención que hemos recibido.
-Manejar los bienes con gratitud y reverencia, sabiendo que nuestras verdaderas riquezas están en Cristo, agrada al Señor mismo.
-La verdadera belleza y valor no están en las riquezas materiales o en los adornos externos, sino en el carácter y el espíritu que cultivamos dentro de nosotros.
-Como administradores de los recursos de Dios, debemos enfocarnos en lo que tiene un valor duradero y eterno, más que en las apariencias o las posesiones materiales.
-La palabra del Señor advierte contra aquellos que, como Balaam, han sido seducidos por la codicia y han abandonado el camino de la rectitud.
-La Biblia enseña que el amor al dinero puede llevarnos a desviarnos de la verdad y a cometer injusticias.
-Como administradores de los recursos de Dios, debemos ser vigilantes para no dejar que la codicia nos desvíe de nuestro llamado a vivir en santidad y justicia.
-Las Escrituras nos advierte contra el amor excesivo por las cosas materiales y las riquezas del mundo.
-El verdadero enfoque de nuestra vida debe estar en las cosas de Dios, no en acumular bienes terrenales que no tienen valor eterno.
-Como siervos de Cristo, debemos manejar las finanzas de manera que reflejen nuestro amor a Dios, priorizando lo eterno sobre lo temporal.
Deja una respuesta