-Dios nos acepta en el sentido de que, a pesar de nuestra pecaminosidad, nos ofrece salvación a través de Jesucristo. Esta aceptación no significa que Dios aprueba nuestro pecado, sino que, en su gracia, nos justifica y comienza una obra de transformación en nosotros.
-La aceptación de Dios no se basa en nuestra justicia personal, sino en la justicia de Cristo que nos es imputada a través de la fe; somos justificados, o declarados justos, no por nuestras obras, sino por la fe en la obra redentora de Jesucristo.
-Este mundo es ignorante de las cosas de Dios, así que no deberíamos asombrarnos al escuchar absurdos de parte de aquellos que no lo conocen.
-Aceptar consejos de personas que no están en mejor posición económica no siempre es prudente.
-Una persona con dinero jamás nos criticará por querer empezar un nuevo proyecto financiero, pero una persona promedio nos criticará por todo lo que le haga sentir inferior.
-Que no sea una vergüenza mostrarnos como siervos del Señor Jesucristo.
-Es más efectivo enfocarnos en las deudas que podemos pagar que angustiarnos por aquellas que aún no podemos pagar.
-Si alguien dice que nos enseñará a ganar dinero rápidamente y en grandes cantidades por pagarle una pequeña suma de dinero, es un ladrón; si fuera verdad, nadie compartiría la fórmula para ganar dinero fácilmente.
-No hay manera de evitar el sacrificio si deseamos una vida próspera.
-El oído y el ojo son caminos hacia la ambición que, si no protegemos, corromperán nuestro corazón.
-Lo que hagamos con el dinero determinará nuestro futuro a mediano y largo plazo.
-Compartamos nuestros conocimientos y experiencias financieras con nuestros hijos para que en este ámbito sean más prósperos que nosotros.
-De acuerdo al valor temporal del dinero (TVM por sus siglas en inglés), el valor del dinero hoy no será el mismo en 20, 40 o 60 años más adelante.
-Cristo no vino a la tierra para enseñarnos cómo hacernos ricos ni para decirnos qué hacer para ser millonarios. Él vino a hacer lo que nosotros no podíamos: salvarnos.
-Nuestro orgullo siempre será un obstáculo peligroso para que Cristo sea el Señor en nuestras finanzas y, por lo tanto, para que Él nos use para avanzar Su reino. La gloria siempre será suya.
-Como mayordomos de las riquezas del Señor, reconocemos que hay muchas áreas en las que necesitamos aprender y crecer en nuestro servicio a Él.
-En el «evangelio» de la prosperidad, es imposible seguir el ritmo de las herejías y blasfemias que se crean constantemente para refutar.
-Si no nos gusta el estado de las finanzas, revisemos cómo estamos gestionando y utilizando el dinero del Señor Jesucristo.
-Si queremos cambiar el resultado del balance financiero, revisemos nuestras decisiones y hábitos de consumo.
-La mente carnal es enemistad contra Dios y no está reconciliada con Él; hay una oposición general a la causa y al reino de Cristo.
-Nunca olvidemos que, aunque las redes sociales o la inteligencia artificial nos repitan la palabra “privacidad”, es una mentira.
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