Premisas Encadenadas; cuando el consentimiento se convierte en trampa

Artimaña 6: Premisas encadenadas — cuando el consentimiento se convierte en trampa

Introducción General: La ilusión del acuerdo y la claridad del discurso

No todo acuerdo es auténtico. A veces, decir “sí” es el primer paso hacia una conclusión que uno nunca habría aceptado si se le hubiera planteado directamente. 

Arthur Schopenhauer, en su tratado Dialéctica Erística, nos advierte sobre formas en que la lógica puede ser manipulada no para llegar a la verdad, sino para arrastrar al otro a una conclusión disfrazada.

La sexta artimaña expone una táctica particularmente sutil: lograr que el interlocutor acepte premisas aparentemente inocentes, una tras otra, hasta que —sin darse cuenta— se vea forzado a admitir una idea que, en realidad, no comparte. 

Es un mecanismo de seducción lógica, donde cada paso parece razonable, pero el destino final está oculto.

Como creyentes que valoramos tanto la verdad como la integridad del camino que lleva a ella, debemos aprender a detectar este tipo de manipulación. 

El pensamiento cristiano no se construye sobre trampas lógicas, sino sobre la claridad, la honestidad y el amor por la verdad.

Descripción de la artimaña: El consentimiento escalonado

Esta artimaña consiste en hacer que el interlocutor acepte una serie de afirmaciones menores y plausibles. Estas se presentan como verdades autoevidentes, triviales o incluso moralmente deseables. 

Sin embargo, todas ellas están diseñadas estratégicamente para conducir a una conclusión más compleja o polémica, que no habría sido aceptada si se hubiera presentado sola desde el inicio.

El interlocutor es llevado, paso a paso, por una pendiente cuidadosamente preparada. Cada afirmación parece natural y casi imposible de negar. Pero cuando se llega al final, la conclusión ya está armada… y parece que ha salido de la propia boca del otro.

Ejemplo ilustrativo:

A: “¿Estás de acuerdo en que todos deberíamos tratar a los demás como queremos ser tratados?”

B: “Por supuesto.”

A: “¿Y que deberíamos evitar cualquier forma de exclusión o discriminación?”

B: “Claro.”

A: “Entonces, ¿no crees que todas las doctrinas religiosas exclusivistas deberían ser eliminadas de los espacios públicos?”

Aquí, A ha usado dos afirmaciones éticamente aceptables para preparar una tercera que es ideológica y debatible. Pero ya ha obtenido asentimientos anteriores, lo cual hace que B se sienta presionado a seguir el hilo, aunque no comparta el desenlace.

Nombre moderno: Esta técnica se parece a la pendiente resbaladiza encubierta, la falsa implicación lógica o la trampa inductiva. También puede identificarse como una forma de sofisma progresivo.

Motivación psicológica: El provocador sabe que muchos evitarán parecer cerrados o dogmáticos frente a afirmaciones “evidentes”. Al conducirlos poco a poco, se salta la resistencia inicial y se gana una aparente victoria dialéctica, que en realidad es fruto de una manipulación progresiva.

Aplicaciones actuales: Muy utilizada en debates ideológicos, campañas publicitarias, ventas, interrogatorios, encuestas y, en muchos casos, en la retórica política o religiosa. Es una forma elegante de forzar el consentimiento.

Cómo detectarla:

• Si alguien te pide afirmar varias cosas pequeñas sin aclarar la conexión entre ellas.

• Si la conclusión a la que te llevan no corresponde con el tono neutro de las premisas.

• Si sientes que te están guiando con suavidad, pero sin darte control sobre el destino.

Cómo responder: Una respuesta sabia es interrumpir con cortesía, pero firmeza: “Quiero ver hacia dónde me estás llevando antes de seguir afirmando.” o bien: “Prefiero que expongas tu conclusión desde el inicio para saber si vale la pena discutirla.

La artimaña en los Evangelios: La trampa de los fariseos sobre la ley

Pasaje clave: Lucas 10:25-29 — “¿Y quién es mi prójimo?

Análisis bíblico: Un intérprete de la ley se levanta para tentar a Jesús con una pregunta aparentemente sincera: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” Jesús responde con otra pregunta: “¿Qué está escrito en la ley?” El hombre contesta correctamente: amar a Dios y al prójimo. Jesús aprueba la respuesta. Pero el interlocutor, buscando justificarse, pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?

Esta última pregunta es reveladora. Está formulada no para aprender, sino para limitar el alcance del mandamiento. El intérprete busca reducir el impacto del “amarás a tu prójimo” a algo manejable. 

Aquí vemos una estrategia afín a la artimaña 6: se aceptan ciertas verdades religiosas para luego intentar controlar la implicación final.

Jesús, en lugar de responder con teoría, cuenta la parábola del buen samaritano. Con ella, revierte la dirección de la conversación: el prójimo no es solo el que se parece a mí o al que puedo aceptar, sino aquel al que yo decido mostrar compasión, aunque sea de un grupo despreciado. 

Jesús deshace la trampa mostrando que el amor no se puede reducir por medio de preguntas capciosas.

Reflexión teológica y práctica: La verdad no necesita esconderse tras una secuencia de afirmaciones edulcoradas. Jesús hablaba con claridad, incluso cuando sus palabras confrontaban. Su amor era directo, no manipulador. 

En cambio, los enemigos de la verdad suelen esconder sus verdaderas intenciones tras un camino de pequeñas concesiones.

Como creyentes, debemos cultivar no solo lo que decimos, sino cómo llevamos al otro a comprenderlo. Guiar a alguien hacia una verdad no debe hacerse por la fuerza del engaño lógico, sino por la transparencia y la luz del Espíritu.

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Conclusión: La integridad del pensamiento

El diálogo verdadero no se basa en trampas lógicas, sino en caminos claros.

El sabio no encadena premisas para atrapar, sino que ilumina conclusiones para liberar.

El cristiano no conduce a la verdad mediante trampas, sino mediante la Palabra que revela con claridad.

Recordemos que Jesús no nos arrastra al Reino con sofismas, sino que nos invita a seguirlo con verdad y gracia. 

Y así también deben ser nuestros razonamientos: abiertos, honestos y dignos de la Verdad que representamos.

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