Prospero Ampliamente, 3ª Juan‬ ‭1‬:‭2

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” 3ª Juan‬ ‭1‬:‭2‬ ‭(RVR1960‬‬)

Este versículo refleja el corazón del apóstol Juan hacia Gayo, uno de los líderes de la iglesia primitiva, deseando que sea prosperado en todas las áreas de su vida, tanto en lo material como en lo espiritual.

La prosperidad aquí no se limita solo a lo físico, sino que también abarca el bienestar del alma, lo cual es primordial para los siervos de Cristo.

La verdadera prosperidad comienza con una alma saludable, que es el fundamento sobre el cual se construyen las demás áreas de la vida.

En el contexto de la mayordomía financiera, esto significa que nuestra administración de los recursos debe fluir de una vida espiritual en sintonía con la voluntad de Dios, reconociendo siempre que Jesucristo es la fuente de todas las riquezas que manejamos como Sus administradores.

El término «Amado» (ἀγαπητέ – agapēte) es un vocativo afectuoso, que revela el amor fraternal con el que Juan se dirige a Gayo. Este amor es el mismo que debe caracterizar nuestra relación con nuestro Señor y con nuestros hermanos, influyendo en cómo manejamos las riquezas que son del Señor, no nuestras.

El uso de «deseo» (εὔχομαι – euchomai) en el griego expresa un anhelo ferviente, lo cual sugiere que nuestra oración y deseo por los demás debe incluir su prosperidad en todas las áreas, comenzando con su alma.

Aquí, «prosperado» (εὐοδόω – euodoō) implica tener un camino recto, una vida que avanza sin impedimentos, lo cual se refleja en la administración sabia y fiel de los recursos que el Señor nos ha confiado.

La palabra «cosas» (πᾶσιν – pasin) abarca todo aspecto de la vida, subrayando que nuestra mayordomía incluye tanto lo espiritual como lo material.

«Salud» (ὑγιαίνω – hygiainō) no solo se refiere a la ausencia de enfermedad, sino a un estado integral de bienestar, lo cual nos recuerda que la administración de nuestros recursos también debe considerar nuestro cuerpo y nuestra salud como parte de lo que Dios nos ha dado para cuidar.

Finalmente, «prospera» (εὐοδόω – euodoō) y «alma» (ψυχή – psychē) nos llevan a entender que la verdadera prosperidad proviene de un alma que está en comunión con Dios, y es de esa comunión de donde fluye una administración que honra a nuestro Señor.

Un principio bíblico relevante aquí es que toda prosperidad verdadera, tanto en los bienes materiales como en la salud física, proviene de un alma alineada con Dios.

Como dice Proverbios 3:9-10: «Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto

Este principio nos enseña que cuando honramos al Señor con lo que Él nos ha confiado, Él se encarga de proveer y prosperar, en Su tiempo y a Su manera.

Un ejemplo práctico de este principio podría ser el de un siervo que administra fielmente su salario, reconociendo que todo proviene del Señor. Este siervo aparta una porción para dar a la obra del Señor, ahorra prudentemente para el futuro, y utiliza el resto para cubrir sus necesidades y las de su familia.

Al hacer eso, no solo muestra sabiduría en la administración de los recursos, sino que también honra a Dios, quien es la fuente de toda provisión.

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En resumen, este versículo y su análisis nos enseñan que la prosperidad verdadera comienza con un alma que prospera en el Señor, y se extiende a todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la administración financiera.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar las finanzas de manera que honre a Dios, reconociendo que todo lo que tenemos le pertenece a Él y que nosotros somos simplemente Sus siervos y mayordomos, encargados de administrar lo que Él nos ha confiado.

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