“Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.” Mateo 4:3
En el relato de la tentación de Jesús, la palabra «tentador» en el original griego es πειράζων (peirazōn), que significa «aquel que prueba» o «pone a prueba». Esta palabra nos recuerda que, como siervos de Cristo, constantemente enfrentamos pruebas que desafían nuestra fidelidad a Dios, especialmente en el manejo de las finanzas.
El tentador busca desviar nuestro enfoque de la provisión divina hacia soluciones rápidas e independientes de Dios. Jesús nos enseña a resistir estas tentaciones, recordando que nuestra verdadera riqueza y sustento provienen de Dios. Nuestro Señor Jesucristo, fuente de todas las riquezas, nos llama a depender de Él y a ser fieles administradores de los recursos que nos ha confiado.
La palabra «conviertan» proviene del griego γίνομαι (ginomai), que implica un cambio de estado o ser. Esta tentación de convertir piedras en pan simboliza la presión de obtener riquezas o satisfacer necesidades de manera rápida y fuera del tiempo de Dios.
Como mayordomos de los bienes del Señor, debemos resistir el impulso de buscar ganancias rápidas o de tomar atajos financieros que comprometan nuestra integridad. En cambio, estamos llamados a esperar en el tiempo perfecto de Dios y a buscar Su dirección en nuestras decisiones financieras.
Proverbios 13:11 respalda este principio al decir: «La riqueza mal adquirida disminuye, pero el que recoge con mano laboriosa la aumenta«, recordándonos la importancia de la diligencia y la honestidad en nuestra gestión financiera.
Satanás tentó a Jesús para obtener algo rápido, lo cual es un reflejo de cómo a menudo somos tentados a buscar soluciones inmediatas y rápidas para nuestros problemas financieros. Este enfoque se contrapone a los principios bíblicos de paciencia y espera en el Señor.
Un versículo que resalta la importancia de esperar en Dios es Salmos 27:14: «Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor«. Como administradores de los recursos divinos, debemos practicar la paciencia, confiando en que Dios proveerá en su tiempo perfecto.
Un ejemplo práctico de este principio es la decisión de evitar deudas innecesarias. En lugar de financiar un estilo de vida que excede nuestros medios, podemos optar por vivir de acuerdo con lo que Dios nos ha proporcionado, ahorrando y gastando de manera prudente. Esto refleja el contentamiento y la confianza en la provisión del Señor, reconociendo que todas las riquezas le pertenecen y que somos simplemente ministros de Sus bienes.
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En resumen, al aplicar estos principios bíblicos en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de manera que honre a Dios. Al resistir la tentación de obtener ganancias rápidas y en lugar de ello confiar en la provisión de Cristo, nuestro enfoque se centra en una administración fiel y justa de los recursos del Señor.
Al hacerlo, experimentaremos la verdadera paz y satisfacción que provienen de depender completamente de nuestra relación con Dios, utilizando sabiamente los recursos que Él nos ha confiado para cumplir Su propósito y plan divino.
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