Esclavos de Quien Obedecimos, Romanos 6:16

Romanos 6:16, escrito por Pablo a esa iglesia, ofrece una enseñanza fundamental sobre la naturaleza de la obediencia y la esclavitud espiritual; discute la gracia de Dios y cómo debemos responder a ella. Comienza con una pregunta retórica, apelando al conocimiento común de sus lectores sobre la dinámica de la esclavitud en el mundo romano era una institución bien conocida, y Pablo usa esta imagen para comunicar una verdad espiritual. La sumisión a un amo implica una obediencia completa.

“Sois esclavos de aquel a quien obedecéis”: Esta parte establece el principio de que la obediencia define la esclavitud. La persona a quien obedeces es nuestro “amo”, ya sea en un sentido literal o metafórico.

“Sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia”: Pablo presenta dos señoríos mutuamente excluyentes con destinos opuestos. Por un lado, la esclavitud al pecado lleva a la muerte, que es tanto espiritual como eterna. Por otro lado, la esclavitud a la obediencia (entendida como obediencia a Dios y sus mandamientos) lleva a la justicia.

Pablo subraya que no se puede estar dividido entre dos amos. La obediencia a Dios excluye la obediencia al pecado, y viceversa. La verdadera libertad se encuentra en la “esclavitud” a Cristo.

La analogía de la esclavitud en Romanos 6:16, combinada con la enseñanza de Jesús sobre no poder servir a dos señores en Mateo 6:24, ofrece una profunda reflexión sobre la naturaleza de la obediencia y la lealtad en la vida del creyente. Estos pasajes bíblicos juntos nos enseñan una lección vital sobre la elección entre servir a Dios o ser esclavizados por el amor al dinero y, por extensión, a las preocupaciones mundanas.

Una vez más, Pablo recurre a la metáfora de la esclavitud para subrayar un principio espiritual: nuestra lealtad nos une a nuestro «Señor». Sin embargo, al someternos al pecado mediante la desobediencia, nos convertimos en prisioneros de la muerte, y así, Dios deja de ser nuestro Señor. Esta representación de la esclavitud es impactante, evidenciando que la obediencia no es un estado indiferente y que nuestras decisiones acarrean consecuencias duraderas.

Jesús, en Mateo 6:24, declara explícitamente que nadie puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas, enseñanza que pone de manifiesto la imposibilidad de dividir la lealtad entre Dios y el materialismo. El amor al dinero y la búsqueda de riquezas terrenales pueden convertirse fácilmente en una forma de idolatría, desviando nuestra atención y servicio de Dios.

En un mundo donde el materialismo y la búsqueda de riquezas a menudo se presentan como caminos hacia la felicidad y el éxito, estos pasajes nos llaman a reflexionar críticamente sobre nuestras prioridades.

La esclavitud al dinero y a las posesiones materiales es una trampa que nos aleja de la verdadera libertad que se encuentra en el servicio y la obediencia a Dios. Como siervos de Cristo, estamos llamados a servirle con todo nuestro ser, lo que incluye cómo manejamos nuestras finanzas y recursos.

Servir a Dios como siervos implica confiar en Él para nuestras necesidades, usar nuestros recursos para su gloria y buscar su reino por encima de todo lo demás. A diferencia de la esclavitud al dinero, que nos encadena a preocupaciones y ansiedades terrenales, la “esclavitud” a Dios nos libera, ofreciéndonos una vida de propósito, paz y justicia eterna.

En conclusión, la elección es clara: podemos servir a Dios y experimentar la verdadera libertad que viene de la obediencia a Él, o podemos ser esclavizados por el amor al dinero y las preocupaciones mundanas. Como enseña Jesús, la verdadera riqueza y seguridad se encuentran no en las acumulaciones terrenales, sino en la riqueza espiritual que viene de una relación profunda y obediente con Dios.

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