Salmos 41:1 dice: “Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová.” Este versículo destaca la bendición y protección divina hacia aquellos que cuidan y consideran a los pobres, sugiriendo una profunda conexión entre la misericordia hacia los necesitados y la recepción de la misericordia divina.
La palabra “pobre” traducida del hebreo en este contexto es «דָּל» (dal), se refiere a alguien débil, delgado, o necesitado. La palabra puede implicar no solo pobreza material, en términos de falta de posesiones o recursos económicos, sino también una condición de vulnerabilidad o debilidad.
En el contexto bíblico, «dal» evoca una sensibilidad hacia aquellos que están marginados o desfavorecidos, enfatizando la importancia de la compasión y el apoyo hacia ellos.
Ese enfoque en el «dal» resuena a lo largo de las Escrituras, donde se repite constantemente el llamado a cuidar de los huérfanos, viudas, extranjeros, y todos aquellos en situaciones de necesidad.
La instrucción de considerar a los pobres como parte integral de la vida de fe subraya un principio fundamental del carácter de Dios: su profunda preocupación por los vulnerables y marginados, y su deseo de que sus seguidores reflejen ese mismo cuidado y compasión en sus acciones.
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