Ulrico Zwinglio y Martín Lutero

El 3 de octubre de 1529 es una fecha significativa en la historia de la Reforma Protestante, ya que marca la ruptura entre dos de los principales reformadores: Ulrico Zwinglio y Martín Lutero. Este evento tuvo lugar en el Coloquio de Marburgo, una reunión organizada por el landgrave Felipe de Hesse con el objetivo de unificar a los reformadores alemanes y suizos en su lucha común contra la Religión Católica Romana y el Sacro Imperio Romano. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el coloquio terminó con una notable división entre ambos líderes, principalmente sobre la doctrina de la Cena del Señor.

El contexto del Coloquio de Marburgo. Para comprender la magnitud de este encuentro, es importante recordar que durante el siglo XVI, la Reforma Protestante estaba en pleno auge. Martín Lutero, con su famosa protesta contra la venta de indulgencias en 1517 y su defensa de la justificación por la fe, se había convertido en la figura más prominente del movimiento en Alemania.

Al mismo tiempo, en Suiza, Ulrico Zwinglio estaba liderando su propia reforma en Zúrich, que, aunque compartía muchos puntos de acuerdo con Lutero, también tenía diferencias significativas, especialmente en relación con los sacramentos.

El landgrave Felipe de Hesse, viendo la creciente amenaza que representaba el poder de la religión católica y temiendo que las divisiones internas debilitaran la causa reformista, invitó a los principales reformadores a Marburgo en un intento de reconciliar sus diferencias teológicas y crear un frente unido. Así, Lutero, Zwinglio y otros reformadores como Felipe Melanchthon y Martín Bucero se reunieron para discutir una serie de puntos teológicos y buscar la unidad en la fe.

Los acuerdos y desacuerdos. Durante el coloquio, Lutero y Zwinglio lograron ponerse de acuerdo en la mayoría de los puntos doctrinales. Según el registro de la época, coincidieron en catorce de los quince artículos que discutieron, incluyendo temas clave como la justificación por la fe, la naturaleza de la Iglesia y el papel de la predicación. Sin embargo, su desacuerdo sobre la Cena del Señor resultó insalvable.

Zwinglio, influenciado por una lectura más alegórica de las Escrituras, veía la Cena del Señor como un símbolo conmemorativo. Para él, el pan y el vino eran símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo, pero no había una presencia real de Cristo en los elementos. En su interpretación, las palabras de Jesús en la Última Cena, “Esto es mi cuerpo”, debían entenderse de manera figurada, señalando que el sacramento era un recordatorio de la obra redentora de Cristo.

Por otro lado, Lutero defendía con vehemencia la doctrina de la presencia real de Cristo en la Cena del Señor. Aunque no compartía la concepción católica de la transubstanciación (la transformación literal del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo), Lutero creía firmemente en la presencia corporal de Cristo en los elementos, una doctrina que llegó a conocerse como consubstanciación. Para Lutero, las palabras de Cristo eran literales, y aunque el pan y el vino no se transformaban, Cristo estaba verdaderamente presente junto a ellos.

Este desacuerdo teológico no solo era una cuestión de interpretación bíblica, sino que también reflejaba las diferentes comprensiones de la relación entre lo divino y lo humano, lo espiritual y lo material. Lutero veía el sacramento como un medio de gracia, en el cual la fe recibía un don real de Dios. Zwinglio, por su parte, daba mayor peso a la acción simbólica y al aspecto comunitario de la fe.

La ruptura en Marburgo. El desacuerdo sobre la Cena del Señor se mantuvo firme hasta el final del coloquio. Zwinglio intentó acercar posturas, ofreciendo su mano a Lutero como gesto de reconciliación y fraternidad cristiana. Sin embargo, Lutero, que veía en la negación de la presencia real de Cristo un grave error teológico, rechazó la oferta.

Esta negativa simbolizó la profunda división que había entre los dos reformadores. A pesar de haber acordado prácticamente todo lo demás, este único punto de discordia fue suficiente para evitar una alianza plena. El rechazo de Lutero a la mano extendida de Zwinglio no fue solo un gesto personal, sino que reflejaba su convicción de que la unidad en la fe no podía comprometerse, incluso por el bien de la causa reformista.

Lutero, que valoraba profundamente la verdad doctrinal, creía que una alianza basada en un acuerdo parcial sería frágil y peligrosa. Para él, la cuestión de la Cena del Señor no era un detalle menor, sino un elemento central de la fe cristiana.

Consecuencias del coloquio. El resultado del Coloquio de Marburgo tuvo importantes implicaciones para el movimiento reformador. La ruptura entre los seguidores de Lutero y los de Zwinglio marcó el inicio de una división duradera entre las ramas luteranas y reformadas del protestantismo.

Aunque ambas corrientes compartían muchos aspectos fundamentales de la teología reformada, las diferencias en la comprensión de los sacramentos, y en particular de la Cena del Señor, crearon una barrera significativa que no se pudo superar en ese momento.

A nivel político, la falta de unidad entre los reformadores debilitó la capacidad del movimiento protestante para enfrentarse de manera conjunta a las fuerzas católicas. A pesar de los esfuerzos de Felipe de Hesse, los reformadores no lograron formar una alianza militar o política sólida en los años inmediatamente posteriores, lo que facilitó los esfuerzos de represión por parte de las autoridades católicas.

Reflexión teológica. El Coloquio de Marburgo nos recuerda que, en medio de la búsqueda de unidad, las diferencias doctrinales pueden tener un peso considerable. Desde una perspectiva calvinista, podemos ver la providencia de Dios incluso en estos eventos que, humanamente, parecen fracturas.

La importancia de la Cena del Señor en la teología reformada nos enseña que debemos ser firmes en nuestra comprensión de las Escrituras, aunque ello implique separaciones temporales entre hermanos.

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La separación entre Lutero y Zwinglio muestra que la fe no se construye sobre concesiones doctrinales, sino sobre una comprensión clara y fiel de la Palabra de Dios.

En última instancia, aunque los reformadores no lograron una unidad completa en Marburgo, ambos contribuyeron poderosamente a la causa del Evangelio y al avance del Reino de Dios.

Así, podemos confiar en que, aun en medio de las diferencias, el Señor está obrando según sus propósitos soberanos.

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