«Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del Evangelio.» 1ª Corintios 9:14 (RVR1960)
Este versículo establece un principio claro de mayordomía financiera en la obra del Señor, subrayando la responsabilidad de los creyentes de sostener económicamente a aquellos que dedican sus vidas a la predicación del Evangelio.
La exégesis del texto revela que este mandato no es una sugerencia, sino una orden directa de nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de todas las riquezas, y quien nos ha confiado Su obra en la tierra.
El término «ordenó» en griego es διέταξεν (dietaxen), que proviene de διατάσσω (diatassō), implicando un mandato o instrucción autoritativa. Esto nos muestra que, como administradores de los bienes del Señor, estamos bajo una clara directiva divina de utilizar los recursos que Él nos ha dado para sostener a aquellos que proclaman Su Palabra.
La frase «los que anuncian el Evangelio» se traduce del griego οἱ τὸ εὐαγγέλιον καταγγέλλοντες (hoi to euangelion kataggellontes), donde εὐαγγέλιον (euangelion) significa «buenas nuevas».
Ese término no solo se refiere al mensaje de salvación, sino a todo el consejo de Dios que es proclamado por Sus siervos. Por lo tanto, aquellos que se dedican a este ministerio deben ser sostenidos con los bienes del Señor, ya que «vivan del Evangelio» (ἐκ τοῦ εὐαγγελίου ζῇν, ek tou euangeliou zēn) subraya que su sustento proviene de la obra misma a la que han sido llamados.
Este principio se refuerza en 1ª Timoteo 5:17-18, donde se nos recuerda que «los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y digno es el obrero de su salario.«
Ahí se establece que los ministros del Evangelio, como siervos de Cristo, deben recibir apoyo material de aquellos a quienes ministran, porque su labor es esencial y digna de honor.
Un ejemplo práctico de este principio sería un cristiano que, al recibir un aumento salarial o una bendición financiera inesperada, decide incrementar su ofrenda regular o establecer un apoyo mensual para un misionero o pastor.
Ese acto no es simplemente una expresión de generosidad, sino un reconocimiento de que todos los bienes y riquezas que poseemos pertenecen al Señor y deben ser usados para el avance de Su Reino y el sustento de Sus ministros.
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En conclusión, los principios de este versículo nos llaman a ser mayordomos fieles de los recursos del Señor, usando nuestros bienes para apoyar la obra del Evangelio y a aquellos que la proclaman. Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de una manera que glorifique a Dios, reconociendo que todo lo que poseemos es Su provisión y debe ser usado en Su servicio.
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