Alegrarse en su Trabajo, Eclesiastés 3:22a

«Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo.» Eclesiastés 3:22a (RVR1960)

En este versículo, la palabra «alegrarse» se traduce del hebreo «שָׂמַח» (samach), que significa estar contento o gozoso. Este gozo no se refiere a una satisfacción superficial, sino a un profundo sentido de gratitud y contentamiento en el Señor.

Como mayordomos de los recursos que nuestro Señor Jesucristo nos ha confiado, debemos reconocer que toda provisión y capacidad para generar riqueza proviene de Él. En el contexto de las finanzas, esto implica manejar el dinero con gozo y gratitud, entendiendo que somos administradores de Sus bienes, no dueños.

En Deuteronomio 8:18 se nos recuerda: «Acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es quien te da el poder para hacer las riquezas.» Este principio nos lleva a depender de Dios en nuestras decisiones financieras, asegurándonos de que nuestras acciones reflejen Su generosidad y provisión.

El término «trabajo» en hebreo es «עֲמָל» (amal), que se refiere al esfuerzo y labor que uno realiza. Como siervos de Cristo, estamos llamados a trabajar diligentemente, no solo para nuestro beneficio, sino para Su gloria.

Efesios 6:7-8 nos exhorta a trabajar «de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres«. Esta perspectiva transforma nuestra comprensión del trabajo: no es simplemente una fuente de ingresos, sino un acto de adoración y mayordomía fiel.

A través de nuestro trabajo, reflejamos el carácter de Cristo, quien también trabajó y sirvió con dedicación y amor. Esto nos desafía a ser diligentes y éticos, asegurándonos de que nuestras actividades económicas honren al Señor y beneficien a otros.

Para ilustrar este principio, consideremos a un cristiano que administra un negocio. Este administrador entiende que su empresa no es solo un medio de ganancia personal, sino una plataforma para mostrar el amor y la justicia de Dios.

Al operar con integridad, pagar salarios justos y contribuir a su comunidad, este mayordomo refleja la gracia de Dios. También busca el consejo de Dios en sus decisiones financieras, orando por sabiduría y guiando sus inversiones para que no solo prosperen, sino que también bendigan a otros.

Al final del día, este administrador encuentra su alegría en saber que ha trabajado fielmente para el Señor, alineando sus prácticas con los valores del reino de Dios.

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En conclusión, aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos lleva a manejar las finanzas de manera que honre a Dios. Al reconocer que las riquezas y el trabajo son del Señor y no nuestros, y al vernos como sus esclavos fieles, nuestro enfoque en las finanzas cambia de acumular para nosotros mismos a administrar para Su gloria.

Esta perspectiva nos llena de gozo y propósito, asegurándonos de que cada decisión financiera, desde el ahorro hasta la inversión y el gasto, esté alineada con los valores y el propósito eterno de Dios.

Así, al alegrarnos en nuestro trabajo y gestionar Sus recursos sabiamente, no solo prosperamos, sino que también reflejamos el reino de Dios en un mundo necesitado de Su luz y verdad.

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