El 4 de enero de 1528 (Historia Moderna), Fernando de Austria, hermano del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, emitió el primer mandato secular que prohibía oficialmente el movimiento Anabaptista.
Este decreto marcó el inicio de una etapa de persecución sistemática y generalizada contra los seguidores de esta corriente religiosa, que surgió en el contexto de la Reforma Protestante.
Los anabaptistas, cuyo nombre proviene del griego y significa “rebautizadores”, eran un grupo radical que defendía el bautismo únicamente para adultos, argumentando que solo las personas con plena capacidad de decisión podían comprometerse con la fe cristiana.
Esta postura chocaba directamente con las prácticas tanto de la religión católica como de las principales corrientes protestantes de la época, que seguían practicando el bautismo infantil.
Además, los anabaptistas rechazaban la autoridad del Estado en asuntos religiosos y abogaban por comunidades cristianas autónomas, basadas en la igualdad, la hermandad y los principios del Nuevo Testamento.
El mandato emitido por Fernando de Austria reflejaba las tensiones políticas y religiosas del período. La Reforma había fragmentado la cristiandad occidental, y el surgimiento de movimientos como el anabaptismo representaba una amenaza no solo para la unidad religiosa, sino también para el orden social y político.
Los gobernantes, tanto católicos como protestantes, veían en los anabaptistas un desafío peligroso a la autoridad estatal, ya que su rechazo a jurar lealtad al Estado y a participar en funciones militares o gubernamentales era percibido como subversivo.
A raíz de este decreto, los anabaptistas comenzaron a sufrir persecuciones violentas en gran parte de Europa. Muchos fueron arrestados, torturados y ejecutados, a menudo mediante métodos especialmente crueles, como el ahogamiento (una práctica conocida como “bautismo tercero”) o la hoguera.
Esas medidas tenían como objetivo no solo eliminar a los disidentes religiosos, sino también enviar un mensaje claro de intolerancia hacia cualquier desafío al orden establecido.
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La persecución de los anabaptistas fue particularmente intensa en los territorios bajo control de Fernando de Austria y Carlos V, pero también se extendió a otras regiones de Europa, incluyendo Suiza, los Países Bajos y Alemania.
A pesar de estas adversidades, el movimiento sobrevivió, evolucionando y dando lugar a comunidades como los menonitas y los huteritas, que continuaron defendiendo sus principios de fe pacifista y vida comunitaria.
El 4 de enero de 1528 no solo marca un momento clave en la historia de las persecuciones religiosas, sino que también subraya la compleja relación entre religión, poder político y control social en la Europa del siglo XVI.
Este evento es un recordatorio de los costos humanos de la intolerancia y la resistencia de las comunidades de fe frente a la opresión.
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