“Y lo que a ti y a tus hermanos os parezca hacer de la otra plata y oro, hacedlo conforme a la voluntad de vuestro Dios.” Esdras 7:18 (RVR1960)
Este versículo refleja la gran responsabilidad que tenemos como mayordomos de los bienes que el Señor nos ha confiado. En el contexto de Esdras, este mandato estaba relacionado con el manejo de los recursos traídos del exilio para la reconstrucción del templo en Jerusalén.
La instrucción no se limita solo a la buena administración, sino que específicamente señala que cualquier uso de la plata y el oro debe estar alineado con la voluntad de Dios.
Esto nos enseña que no debemos actuar según nuestras propias inclinaciones o deseos, sino siempre bajo la guía divina.
Analizando las palabras claves en el texto original, “os parezca hacer” viene del hebreo «טוב» (tov), que implica algo que es percibido como bueno o correcto. Sin embargo, este bien no está basado únicamente en la percepción humana, sino en la conformidad con el propósito de Dios.
La “plata y oro”, «כֶּסֶף» (kesef) y «זָהָב» (zahav), eran metales preciosos que representaban los recursos y riquezas del pueblo, pero es fundamental recordar que estos no pertenecen a los hombres sino a Dios.
Por último, “hacedlo conforme a la voluntad de vuestro Dios” expresa la necesidad de que todo lo que hacemos con los bienes que manejamos sea bajo su dirección, subrayando que somos solo administradores y no dueños de estas riquezas.
Un principio bíblico que se extrae de este pasaje es la dependencia absoluta de la voluntad de Dios en la administración de las finanzas. Este principio es reafirmado en 1ª Corintios 4:2, que dice: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.”
Como siervos del Señor Jesucristo, no manejamos nuestros propios recursos, sino los suyos. Él es la fuente de todas las riquezas, y estamos llamados a utilizarlas conforme a su propósito y voluntad.
Esta fidelidad implica no solo honestidad en el manejo de Sus bienes, sino también una clara intención de buscar el uso que glorifique a Dios.
Un ejemplo práctico de este principio sería un creyente que, antes de tomar decisiones financieras significativas, ora y busca consejo en la Palabra de Dios. Puede ser alguien que ha recibido una cantidad significativa de dinero, tal vez una herencia o un bono laboral. En lugar de gastar de inmediato en deseos personales, este siervo se toma el tiempo para orar y considerar cómo ese dinero puede ser utilizado para el reino de Dios, como ayudar a los necesitados o invertir en proyectos que promuevan la obra del Señor. Así, refleja la voluntad divina en el manejo de los recursos.
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En resumen, los principios de este versículo se pueden aplicar en nuestra vida diaria al recordar que las finanzas no son nuestras, sino del Señor, y debemos usarlas bajo su dirección.
Debemos buscar la voluntad de Dios en cada decisión financiera, entendiendo que Él es la fuente de toda riqueza y que nuestra mayor responsabilidad como administradores es ser fieles en lo poco o en lo mucho que Él nos confía.
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