«Y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.» Deuteronomio 8:17
Corazón en hebreo: לֵב, «lev” y se refiere al corazón, entendido como el centro de nuestros pensamientos, emociones y voluntad. Este término nos enseña que debemos guardar nuestro corazón de la arrogancia y el orgullo, recordando que nuestro Señor Jesucristo es la fuente de todas nuestras bendiciones.
Como siervos de Cristo, debemos asegurarnos de que nuestro corazón reconozca a Dios como el verdadero dador de todo lo que tenemos. Proverbios 4:23 enseña que «sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.»
Poder en hebreo: כֹּחַ, «koach» y se refiere a la fuerza o capacidad. Reconocer que nuestro poder proviene del Señor nos recuerda que, como administradores de Sus recursos, nuestras habilidades y talentos deben usarse para Su gloria.
Cristo es quien nos capacita, y debemos depender de Su poder en todo lo que hacemos. 1º Crónicas 29:12 dice: «De ti proceden la riqueza y el honor; tú gobiernas sobre todo. En tus manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos.»
Fuerza en hebreo: עֹז, «oz» y significa fuerza, pero también conlleva la idea de firmeza y seguridad. Como mayordomos de los bienes del Señor, debemos recordar que nuestra verdadera fuerza proviene de nuestro Señor Jesucristo.
Nuestra tarea es utilizar esta fuerza para establecer bases sólidas en la administración de las finanzas que nos han sido confiadas. Salmos 62:11 enseña que «una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder.»
Mano en hebreo: יָד, «yad» simboliza la acción y el trabajo que realizamos. Nuestras manos deben ser instrumentos de justicia y servicio, utilizando nuestras habilidades para glorificar a Cristo.
Como ministros de Su gracia, nuestras acciones deben reflejar Su amor y provisión. Eclesiastés 9:10: «Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.»
Traído en hebreo: בּוֹא, «bo» e implica traer o llevar algo a un lugar. En el contexto de nuestras finanzas, significa reconocer que es el Señor quien nos ha llevado a la posición en la que estamos, proporcionando todo lo que tenemos.
Como esclavos de Cristo, debemos vivir en humildad y gratitud, reconociendo que todo éxito es un resultado de Su guía y provisión. Deuteronomio 26:10: «Y ahora, he aquí, he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová. Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, e inclínate delante de Jehová tu Dios.»
Riquezas en hebreo: עֹשֶׁר, «osher» y se refiere a las riquezas materiales y la abundancia. Este término nos recuerda que todas las riquezas pertenecen al Señor y que somos simplemente mayordomos de lo que Él nos ha confiado.
Nuestra responsabilidad es administrar estas riquezas con sabiduría y generosidad, recordando siempre que nuestro verdadero tesoro está en el cielo. Mateo 6:19-21: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.«
Consideremos a un administrador de una empresa que experimenta un aumento significativo en las ganancias. Reconociendo que su «koach» (poder) y «yad» (mano) vienen de Dios, decide invertir parte de esas ganancias en obras benéficas y en la comunidad. Este acto no solo reconoce que las riquezas son del Señor, sino que también utiliza sus habilidades para impactar positivamente el reino de Dios.
También le interesaría:
Como siervos de Cristo, estamos llamados a manejar las finanzas de manera que honren a Dios.
Al entender que nuestro «lev» (corazón) debe estar alineado con Sus propósitos, y que nuestro «koach» (poder) y «oz» (fuerza) provienen de Él, podemos utilizar nuestras «yad» (manos) para actuar en Su nombre. Recordando que es Él quien nos ha «bo» (traído) a donde estamos, y que todas las «osher» (riquezas) son suyas, podemos vivir y dar con gratitud y generosidad, sabiendo que estamos participando en Su obra en la tierra.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, administramos los recursos de una manera que glorifica a Dios y extiende Su reino.
Deja una respuesta