Edward Wigglesworth, nombramiento

El 24 de enero de 1722 (Historia Moderna), la Universidad de Harvard nombró a Edward Wigglesworth como el primer profesor de teología en América, ocupando la recientemente creada cátedra Thomas Hollis. Este evento marcó un momento significativo en la historia de la educación religiosa en las colonias americanas, ya que estableció la primera posición académica dedicada exclusivamente al estudio de la teología en el continente.

El contexto histórico. Durante el siglo XVII y principios del XVIII, Harvard desempeñó un papel central en la formación del clero puritano en Nueva Inglaterra. Fundada en 1636, la universidad había sido concebida como una institución para preparar ministros que pudieran predicar las doctrinas del puritanismo y sostener la fe reformada. Sin embargo, con el tiempo, Harvard comenzó a experimentar una diversificación en su enseñanza teológica, lo que generó tensiones entre quienes defendían la ortodoxia puritana y quienes buscaban un enfoque más amplio y menos dogmático.

Estas tensiones ya habían llevado a la fundación de la Universidad de Yale en 1701, precisamente como una reacción a la percepción de que Harvard estaba desviándose de las enseñanzas puritanas tradicionales. Yale fue creada para preservar la ortodoxia reformada y el calvinismo estricto, mientras que Harvard comenzaba a adoptar un enfoque más progresista e intelectual.

La cátedra Thomas Hollis y Edward Wigglesworth. La cátedra de teología fue creada gracias a una donación del filántropo inglés Thomas Hollis, un bautista comprometido con el avance de la educación teológica en América. Hollis, aunque no era puritano, estaba interesado en promover la formación de ministros educados que pudieran liderar comunidades religiosas de manera efectiva.

Edward Wigglesworth, elegido para ocupar esta cátedra, se convirtió en una figura clave en el desarrollo teológico de Harvard. Si bien inicialmente adhería a muchas de las doctrinas calvinistas tradicionales, con el tiempo comenzó a cuestionar ciertos aspectos fundamentales del calvinismo, lo que lo colocó en el centro de debates teológicos significativos.

El impacto teológico de Wigglesworth. Wigglesworth desempeñó un papel crucial en la transición de Harvard hacia un enfoque teológico más liberal. Aunque no abandonó completamente las doctrinas reformadas, su inclinación hacia un análisis crítico de las creencias tradicionales abrió el camino para el desarrollo posterior del unitarismo en Nueva Inglaterra.

El unitarismo, que rechaza doctrinas como la Trinidad y el concepto de la depravación total del ser humano (un pilar del calvinismo), encontró en Harvard un terreno fértil para su crecimiento. Esto ocurrió especialmente en el siglo XVIII, cuando figuras como Wigglesworth y sus sucesores comenzaron a enfatizar una visión más racional y humanista de la religión.

La reacción de las comunidades puritanas. La influencia teológica de Wigglesworth y el giro liberal de Harvard causaron preocupación entre las comunidades puritanas más conservadoras de Nueva Inglaterra. Muchos temían que la universidad, que una vez había sido el baluarte del calvinismo, estuviera alejándose de sus raíces religiosas. Este descontento reforzó la importancia de Yale como un centro de formación para clérigos que mantenían la ortodoxia reformada.

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El nombramiento de Edward Wigglesworth como el primer profesor de teología en América no solo marcó un hito en la historia de la educación superior, sino que también señaló un cambio en la dirección teológica de Harvard y, por extensión, de Nueva Inglaterra. 

Este evento puede considerarse un punto de inflexión en la evolución del pensamiento religioso en América colonial, que pasó de un puritanismo estricto a una diversidad teológica más amplia.

A medida que Harvard se alejaba del calvinismo y adoptaba ideas más liberales, se convirtió en un catalizador para el surgimiento de movimientos como el unitarismo, que tendrían un impacto duradero en la vida religiosa, intelectual y cultural de los Estados Unidos. 

Sin embargo, esta transformación también intensificó las divisiones entre las comunidades religiosas, destacando la tensión entre la tradición y la innovación en un periodo crucial para la historia del cristianismo en América.

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