El Afán, Lucas 12:29-30

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Lucas 12:29-30 nos ofrece una enseñanza profunda sobre la confianza y la dependencia en Dios respecto a nuestras necesidades básicas.

En este pasaje, Jesús instruye a sus discípulos a no inquietarse ni preocuparse excesivamente por sus necesidades materiales, como la comida o la bebida.

Esta preocupación constante por las necesidades diarias es presentada como característica de los incrédulos, quienes no reconocen o confían en la provisión divina.

En contraste, Jesús destaca que nuestro Padre celestial está plenamente consciente de nuestras necesidades y se preocupa por satisfacerlas.

El mensaje central de este pasaje es un llamado a la fe y la confianza en Dios. Al advertir contra la ansiedad por las necesidades físicas, Jesús nos invita adoptar una perspectiva de vida centrada en valores espirituales y en la confianza en Dios, más allá de la preocupación por la seguridad material.

Este enfoque no niega la importancia de las necesidades básicas, sino que reorienta la prioridad hacia la relación con Dios y la confianza en su cuidado y provisión.

Jesús, a través de este mensaje, también enseña sobre el valor del reino de Dios y la justicia divina como las verdaderas riquezas que deben ser buscadas por encima de todo.

La instrucción de no inquietarse por la comida o la bebida se enmarca en una enseñanza más amplia que invita a buscar primero el reino de Dios, asegurando que, al hacerlo, todas estas necesidades serán satisfechas (Lucas 12:31).

Este pasaje refleja un principio fundamental del cristianismo sobre la dependencia de Dios. Nos recuerda que, mientras nos enfocamos en vivir de acuerdo a los valores del reino de Dios y en cumplir con nuestra misión y propósito divino, podemos confiar en que Dios se ocupará de nuestras necesidades materiales.

Vivir según este principio implica soltar la ansiedad y la preocupación excesiva por el futuro, y abrazar una vida de fe activa, confiando en que Dios, que cuida de toda la creación, ciertamente cuidará de nosotros.

La enseñanza de Jesús aborda directamente el afán y la ansiedad por obtener nuestras necesidades materiales, y nos advierte contra dejar que estas preocupaciones dominen nuestro pensamiento, lo que puede llevarnos a vivir de manera similar a los incrédulos que no reconocen la providencia de Dios.

Sin embargo, es importante entender que Jesús no está sugiriendo que debemos dejar de trabajar o esforzarnos, confiando en que Dios hará el milagro de proveer nuestras necesidades sin ninguna acción de nuestra parte.

La Biblia enseña el valor del trabajo y la importancia de esforzarse para satisfacer nuestras necesidades y las de los demás. Por ejemplo, en 2ª Tesalonicenses 3:10, Pablo subraya la expectativa de que debemos trabajar para proveer para nosotros mismos y no depender de otros de manera indebida.

Además, en Proverbios 6:6-8, se utiliza la analogía de la hormiga para enseñar sobre la previsión y el trabajo duro; pasaje que destaca la sabiduría de trabajar diligentemente y de prepararse para el futuro.

Jesús, en su enseñanza, no descarta el valor del trabajo; más bien, nos insta a no dejar que la ansiedad por nuestras necesidades materiales nos consume o nos aleje de buscar lo que es verdaderamente importante: el reino de Dios y su justicia.

Él asegura que, al poner nuestras prioridades en orden según los valores del reino de Dios, podemos confiar en que Él nos proveerá de lo necesario. Esto no elimina la necesidad del trabajo, sino que coloca nuestro enfoque y confianza en Dios, sabiendo que nuestro esfuerzo se complementa con su provisión y cuidado.

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