“Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a los vivos; y el dinero sirve para todo.”
Eclesiastés 10:19 (RVR1960)
Este versículo nos muestra cómo los recursos materiales, representados por el dinero, facilitan muchas de las actividades de la vida, desde lo más cotidiano, como el disfrute de una comida, hasta asuntos más importantes. Sin embargo, el énfasis en la mayordomía financiera está en que el dinero, aunque útil y necesario, no debe convertirse en el fin último ni en la fuente de nuestra satisfacción.
Nuestro Señor Jesucristo, la verdadera fuente de todas las riquezas, nos llama a una administración sabia y fiel de los recursos, entendiendo que el dinero es un medio para cumplir los propósitos de Dios en nuestras vidas y no algo en lo que debamos poner nuestro corazón.
La palabra «placer«, del hebreo «שִׂמְחָה» (simcha), se refiere al gozo y disfrute que provienen de una vida llena de bendiciones. Sin embargo, el placer aquí no está desligado de la responsabilidad.
Como siervos de Cristo, debemos reconocer que el gozo no proviene solo del consumo, sino de usar sabiamente lo que se nos ha confiado para bendecir a otros.
El «banquete«, del hebreo «מִשְׁתֶּה» (mishteh), hace referencia a una fiesta o celebración, y señala que muchas veces nuestras posesiones se usan para cosas temporales.
Esto refuerza la idea de que aunque los bienes materiales pueden contribuir a momentos de disfrute, nuestra mayor preocupación debe ser cómo usamos estos recursos para los propósitos eternos.
El «vino«, que proviene del hebreo «יַיִן» (yayin), se menciona como algo que «alegra« a los «vivos«. En su contexto, esto refleja la naturaleza temporal y física del disfrute en la vida. Sin embargo, para nosotros, como administradores de los bienes de Dios, la verdadera alegría proviene de cómo gestionamos estos bienes, sabiendo que son una bendición temporal para cumplir los propósitos divinos.
La palabra «dinero«, del hebreo «כֶּסֶף» (kesef), que literalmente significa plata, es un símbolo de los recursos materiales. Aunque el versículo menciona que «sirve para todo«, esta afirmación debe entenderse en su debido contexto: el dinero es útil en la vida terrenal, pero no debe convertirse en un ídolo ni en nuestra mayor confianza.
Como dice Mateo 6:21: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”
Un ejemplo práctico de este principio se podría ver en la vida de un empresario cristiano que, en lugar de gastar todos sus ingresos en placeres temporales como banquetes o lujos, decide apartar una parte significativa de sus recursos para causas que glorifiquen a Dios, tales como ayudar a los necesitados o apoyar a su iglesia local.
Aunque disfruta de los bienes materiales, reconoce que ellos son solo un medio para un fin mayor: servir al Señor y cumplir Sus mandamientos.
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En conclusión, aunque el dinero puede facilitar muchas actividades en la vida, no es la fuente de nuestra felicidad ni nuestra seguridad final.
Como mayordomos del Señor, debemos recordar que todo lo que tenemos viene de Él y, por tanto, debemos usar nuestras finanzas con sabiduría y para Su gloria.
Estos principios nos ayudan a gestionar nuestras finanzas de una manera que honre a Dios y nos aleje del materialismo, enfocándonos en el Reino de los Cielos.
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