#sabíasqué El apóstol Pablo es reconocido no solo como un misionero incansable, sino también como alguien que plantó iglesias en algunos de los contextos culturales más moralmente promiscuas, inmorales, corruptas, idolatras del mundo antiguo.
Una de las ciudades donde Pablo trabajó y donde la inmoralidad cultural era más prominente fue Corinto. Sin embargo, también enfrentó desafíos similares en otros lugares del Imperio Romano, como Éfeso, Tesalónica, Atenas y Filipos.
Cada uno de estos lugares representaba un reto particular para el Evangelio, ya que las costumbres locales estaban impregnadas de idolatría, prácticas sexuales inmorales y una resistencia natural a los valores cristianos.
Corinto: Una ciudad profundamente promiscua. Corinto es quizás el ejemplo más destacado de un contexto cultural inmoral en el que Pablo plantó una iglesia. Era una ciudad portuaria estratégicamente ubicada, lo que la hacía un punto de encuentro para comerciantes, viajeros y marineros de todo el Imperio Romano.
Su fama no solo provenía de su comercio, sino también de su reputación como un centro de desenfreno y libertinaje sexual. En lo alto de la ciudad se encontraba el templo de Afrodita, la diosa griega del amor y la fertilidad.
Este templo empleaba a numerosas prostitutas rituales, y la prostitución era considerada no solo aceptable, sino incluso un acto religioso.
La palabra “corintianizar” llegó a usarse en el mundo griego como un sinónimo de comportamiento inmoral, especialmente en términos de promiscuidad sexual.
Este entorno cultural influyó significativamente en la vida de los nuevos creyentes de la iglesia en Corinto, lo que explica por qué Pablo dedicó tanto tiempo a instruirlos sobre la santidad sexual, el matrimonio, y la pureza moral en sus cartas a los corintios (1ª Corintios 5-7).
En 1ª Corintios 6:9-11, Pablo recuerda a los creyentes que muchos de ellos habían sido parte de esta vida antes de conocer a Cristo: “Ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”. Esto demuestra que el evangelio no solo se proclamó en Corinto, sino que tuvo el poder de transformar profundamente las vidas de las personas atrapadas en prácticas pecaminosas.
Éfeso: Un centro de idolatría y paganismo. Aunque menos explícita en términos de prostitución que Corinto, Éfeso era un centro de idolatría y prácticas religiosas paganas que también incluían elementos inmorales. El templo de Artemisa (Diana para los romanos) era una de las maravillas del mundo antiguo y un lugar de peregrinación religiosa.
La adoración a Artemisa estaba asociada con rituales que incluían actos inmorales y supersticiones relacionadas con la fertilidad.
En Hechos 19, se relata cómo Pablo predicó el evangelio en Éfeso durante más de dos años, causando un impacto tan profundo que afectó la economía local.
Los artesanos que fabricaban imágenes de Artemisa se levantaron en contra de Pablo porque su mensaje de un Dios verdadero estaba desafiando la idolatría profundamente arraigada en la cultura.
Aunque el énfasis de Éfeso no estaba tanto en la prostitución ritual como en Corinto, la inmoralidad y la idolatría eran una parte integral de la vida cotidiana.
En su carta a los efesios, Pablo llamó a los creyentes a alejarse de las “obras infructuosas de las tinieblas” (Efesios 5:11) y a vivir como “hijos de luz”. Enfatizó la importancia de la santidad sexual y la pureza moral, señalando que estas eran señales distintivas de la nueva vida en Cristo.
Atenas: Una ciudad llena de idolatría y filosofía. Atenas presentaba un desafío diferente pero igualmente significativo.
Como cuna de la filosofía griega, esta ciudad estaba llena de altares a diferentes dioses. Hechos 17 describe cómo Pablo recorrió la ciudad y vio un altar dedicado “al dios desconocido”. Aunque Atenas no era famosa por la promiscuidad al nivel de Corinto, la idolatría y las prácticas asociadas a la religión grecorromana inevitablemente incluían aspectos inmorales.
La tarea de Pablo en Atenas fue proclamar la supremacía de Dios en un contexto donde las ideas filosóficas y politeístas eran predominantes.
Aunque algunos atenienses se burlaron de su mensaje, otros creyeron y se unieron a él, mostrando nuevamente el poder del evangelio para alcanzar incluso los entornos más complejos.
Tesalónica y Filipos: Resistencia cultural al evangelio. En Tesalónica y Filipos, Pablo también enfrentó desafíos culturales únicos. En Tesalónica, como en otras ciudades, el evangelio chocó con una cultura arraigada en el paganismo y la inmoralidad.
En Filipos, Pablo fue encarcelado después de liberar a una esclava poseída por un espíritu de adivinación, una acción que afectó económicamente a sus dueños (Hechos 16).
Aunque Filipos no era un centro de prostitución ritual como Corinto, las prácticas religiosas y las costumbres locales reflejaban una sociedad profundamente influenciada por el paganismo.
En cada uno de estos lugares, Pablo no solo predicó el Evangelio, sino que plantó iglesias y discipuló a los creyentes para que vivieran como testigos fieles en medio de una cultura corrupta.
Su mensaje era claro: el Evangelio tiene el poder de transformar vidas y culturas. No importa cuán profundamente inmersa esté una sociedad en la inmoralidad, Cristo ofrece una nueva vida a quienes creen en Él.
Esto demuestra que el cristianismo no es un mensaje que evita los desafíos culturales. Por el contrario, es un mensaje que entra en las culturas más difíciles, confronta sus pecados y trae redención y esperanza.
La experiencia de Pablo en estas ciudades sigue siendo un recordatorio de que el Evangelio es tan relevante y poderoso hoy como lo fue en el mundo antiguo.
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