Algunas personas critican certeramente el “evangelio” de la prosperidad, como una explotación que beneficia económicamente a unos pocos que se hacen “líderes” a costa de sus muchos seguidores.
Correctamente argumentan que la interpretación de ese “evangelio” prioriza el enriquecimiento material y desvía el enfoque de los aspectos más espirituales y altruistas de la fe.
El verdadero mensaje del cristianismo se pierde cuando el énfasis recae excesivamente en la prosperidad material y financiera.
Desgraciadamente estas mismas personas consideran lo material y el dinero como algo que desvía la atención de los aspectos fundamentales del Evangelio.
Llegan a espiritualizar excesivamente el diario vivir que pasan por alto la importancia de una adecuada gestión de las riquezas según los principios bíblicos.
Bajo un manto de espiritualidad, esa visión crítica lleva a algunos a depender económicamente de otros, delegando toda la responsabilidad de trabajar y administrar los recursos materiales y financieros, mientras ellos mantienen un rol pasivo para continúan criticando el mundo financiero.
Quienes confunden el ‘evangelio’ de la prosperidad con el verdadero Evangelio espiritualizan en exceso su vida, perdiendo de vista la enseñanza bíblica sobre la administración financiera.
Esta interpretación errónea lleva a subestimar la importancia de la mayordomía responsable en las finanzas, en donde hay un Señor y todos los demás somos sus siervos, principio fundamental en las Escrituras.
Es crucial equilibrar la espiritualidad con la gestión práctica de los recursos, para vivir de manera coherente con los valores bíblicos.
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