La figura de Melquisedec ocupa un lugar estratégico en el debate sobre el diezmo, especialmente cuando se examina a la luz del Nuevo Testamento. Su aparición en Génesis y su desarrollo tipológico en Hebreos han servido tanto para quienes defienden la continuidad del diezmo en el Nuevo Pacto como para quienes argumentan su abolición.
Sin embargo, una lectura cuidadosa del texto bíblico, guiada por los principios de interpretación bíblica y el desarrollo de la redención en la Escritura, lleva a una conclusión clara: Melquisedec no valida el diezmo como una obligación perpetua, sino que solo es una figura que anticipa la superioridad del sacerdocio de Cristo y la caducidad del sistema levítico, con todas sus ordenanzas, incluyendo el diezmo.
Génesis 14: La Aparición Histórica. La primera mención del diezmo en la Biblia se encuentra en Génesis 14:18-20. Allí se relata cómo Abraham, tras rescatar a su sobrino Lot y vencer a los reyes invasores, se encuentra con Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. En este contexto, Abraham le da “el diezmo de todo” el botín de guerra.
Este episodio ha sido usado frecuentemente para argumentar que el diezmo es un principio universal, anterior a la ley de Moisés, y por tanto vigente también bajo el Nuevo Pacto.
Sin embargo, varios elementos cuestionan esta interpretación:
1. El diezmo de Abraham no fue una práctica habitual, ni repetida en su vida, ni enseñada a Isaac o Jacob como mandato divino. Fue un evento único, con un contexto cultural y bélico.
2. Algunos estudiosos sostienen que el diezmo entregado a Melquisedec respondía a una práctica común en las guerras del antiguo Cercano Oriente, donde un décimo del botín se ofrecía a los sacerdotes o reyes locales en señal de respeto o como acto político-religioso.
No se trata, por tanto, de una ley divina revelada, sino de una costumbre cultural que Dios permitió incluir en el registro bíblico por su valor tipológico.
3. No hay en Génesis 14 ninguna orden de Dios ni para Abraham ni para sus descendientes respecto a diezmar en tales circunstancias. El texto es narrativo, no normativo.
Hebreos 7: La Interpretación Tipológica. La figura de Melquisedec reaparece en Hebreos 7, en el único lugar del Nuevo Testamento donde se menciona el diezmo después del Calvario.
Aquí, el autor de Hebreos no está enseñando sobre la práctica del diezmo como una obligación cristiana, sino utilizando el encuentro de Abraham con Melquisedec para establecer una comparación teológica profunda.
Hebreos 7 presenta a Melquisedec como un tipo de Cristo, es decir, una figura que en el Antiguo Testamento anticipa aspectos del Mesías, especialmente su sacerdocio.
En Hebreos 7:3 se afirma que Melquisedec es “sin padre, sin madre, sin genealogía; que no tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”. Este lenguaje no debe interpretarse literalmente. No está diciendo que Melquisedec era un ser eterno o divino, sino que el texto de Génesis guarda silencio sobre sus orígenes y descendencia, y ese silencio se usa como recurso literario para construir el paralelo con Cristo.
Por tanto, Melquisedec fue un ser humano real, histórico y rey de Salem, que sirvió como tipo o figura de Cristo, pero no era Cristo mismo.
Cristo, un Sacerdote según el Orden de Melquisedec. La gran tesis de Hebreos es que Cristo no es sacerdote según el orden levítico (basado en genealogía y ley), sino según un orden superior y eterno: el de Melquisedec (Hebreos 7:11-17).
Esto es crucial para el argumento del autor: así como Melquisedec no está vinculado a una línea genealógica sacerdotal, así también Cristo fue hecho sacerdote “no conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida indestructible” (v. 16).
En ese contexto, el diezmo entregado por Abraham es usado como evidencia de la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el levítico, y por lo tanto, de la superioridad de Cristo sobre los sacerdotes de la ley.
Abraham —el patriarca de los levitas— le dio el diezmo a Melquisedec, lo que significa que el sacerdocio de Melquisedec (y por tanto el de Cristo) es superior al de los levitas.
Hebreos 7:18-19 y la Abolición del Diezmo. El clímax argumentativo de Hebreos 7 está en los versículos 18 y 19: “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y se introduce una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.”
Aquí se enseña que el sistema anterior —que incluye el sacerdocio levítico y, por ende, el sistema de sostenimiento basado en el diezmo— ha sido cancelado. No se trata solo de una mejora espiritual, sino de una sustitución total del sistema anterior por uno mejor, fundamentado en la obra consumada de Cristo.
Por tanto, Hebreos 7 no valida el diezmo como práctica vigente, sino que lo menciona para mostrar que el sistema que requería el diezmo fue reemplazado por el sacerdocio de Cristo, que no depende de una ley escrita ni de una estructura institucional levítica.
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Conclusión: Melquisedec y el Fin del Diezmo Levítico
La figura de Melquisedec es utilizada en las Escrituras no para establecer una ley eterna del diezmo, sino para señalar hacia Cristo, quien vino a cumplir y reemplazar el antiguo orden sacerdotal.
El diezmo que Abraham entregó no fue un mandato divino, sino un acto cultural con significado tipológico.
Hebreos no manda diezmar. Más bien, lo que hace es mostrar que el nuevo sacerdocio en Cristo ha traído un nuevo pacto, y con él, la anulación del antiguo sistema, incluyendo sus rituales, leyes y estructuras financieras, entre ellas el diezmo.
Cristo no recibe nuestros recursos como un sacerdote terrenal bajo la ley, sino como Señor glorificado que llama a su pueblo a dar con libertad, gratitud y fe, según lo que cada uno proponga en su corazón (2ª Corintios 9:7).
Melquisedec fue un hombre real, un tipo de Cristo, pero no Cristo mismo. Su aparición en la historia bíblica, y su tratamiento en Hebreos, confirman la superioridad de Cristo y la caducidad del sistema levítico, no la continuidad del diezmo bajo el Nuevo Pacto.
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