El Sermón de Jonathan Edwards en Enfield, Connecticut

El 8 de julio de 1741, en Enfield, Connecticut, el ministro congregacional colonial Jonathan Edwards pronunció uno de los sermones más icónicos y poderosos de la historia del cristianismo americano, titulado «Sinners in the Hands of an Angry God» (Pecadores en las manos de un Dios airado). Este sermón es famoso por su vívida descripción del destino que espera a los no arrepentidos y su llamada urgente al arrepentimiento y la salvación.

Jonathan Edwards, conocido por su intelecto agudo y su fervor religioso, fue una figura central en el Primer Gran Despertar, un movimiento de avivamiento religioso que barrió las colonias americanas en el siglo XVIII. Su sermón en Enfield es un ejemplo destacado de la predicación de avivamiento que caracterizó este período. El mensaje de Edwards ese día fue un llamado claro y aterrador a reconocer la precariedad de la condición humana ante un Dios justo y airado.

Contexto del Sermón

En aquel entonces, las colonias americanas estaban experimentando un renacimiento religioso, conocido como el Primer Gran Despertar. Este movimiento buscaba revitalizar la fe cristiana mediante la predicación apasionada y la llamada al arrepentimiento personal. Jonathan Edwards era una de las voces más prominentes de este movimiento, y su sermón en Enfield es un reflejo directo de la urgencia y el fervor que caracterizaban sus mensajes.

El Mensaje del Sermón

El sermón «Sinners in the Hands of an Angry God» tiene un tono ominoso y aterrador, diseñado para provocar una respuesta emocional y espiritual intensa en los oyentes. Edwards utilizó un lenguaje poderoso y vívido para describir la ira de Dios y el destino que espera a los pecadores no arrepentidos. En una de las partes más impactantes del sermón, Edwards declaró:

«You are thus in the hands of an angry God; ‘tis nothing but his mere pleasure that keeps you from being this moment swallowed up in everlasting destruction.»

Traducido al español, esta declaración dice:

«Estáis, pues, en manos de un Dios airado; no es sino su mero placer lo que os impide en este mismo momento ser tragados por la destrucción eterna.»

Análisis de la Declaración

«Estáis, pues, en manos de un Dios airado»: Edwards quería que sus oyentes comprendieran la gravedad de su situación espiritual. Al decir que estaban en las manos de un Dios airado, subrayaba la absoluta soberanía de Dios y su justicia en castigar el pecado. No hay seguridad ni protección fuera de la gracia de Dios.

«No es sino su mero placer»: Esta frase destaca la total dependencia del ser humano de la voluntad de Dios. Edwards enfatiza que no hay nada en los pecadores que los haga merecedores de la misericordia divina; es solo por la decisión soberana de Dios que no han sido condenados ya.

«Lo que os impide en este mismo momento ser tragados por la destrucción eterna»: Aquí, Edwards utiliza una imagen vívida para describir la inminencia del juicio divino. La «destrucción eterna» representa el castigo final en el infierno, y la imagen de ser «tragados» sugiere una acción repentina y completa. Edwards quería que sus oyentes sintieran la urgencia de su situación y se volvieran hacia Dios en arrepentimiento.

Impacto del Sermón

El sermón de Edwards tuvo un efecto profundo en sus oyentes. Se dice que muchas personas fueron movidas a lágrimas y clamaron por misericordia durante la predicación. La descripción gráfica del infierno y la ira de Dios, junto con la llamada al arrepentimiento, creó un sentido de urgencia y despertó una conciencia profunda de la necesidad de salvación.

Este sermón se ha mantenido como un ejemplo poderoso de la predicación puritana y del impacto del Primer Gran Despertar en la vida religiosa de las colonias americanas. La insistencia de Edwards en la soberanía de Dios, la pecaminosidad del hombre y la necesidad urgente de arrepentimiento resonó profundamente en su audiencia y ha seguido influyendo en generaciones de cristianos.

Reflexión Final

El sermón «Sinners in the Hands of an Angry God» de Jonathan Edwards sigue siendo un recordatorio impactante de la seriedad del pecado y la justicia divina. Aunque su estilo y tono pueden parecer duros para los oídos modernos, el mensaje central de la necesidad de arrepentimiento y la dependencia total de la gracia de Dios permanece relevante. Edwards nos desafía a considerar nuestra propia posición ante Dios y a responder con un corazón humilde y arrepentido, reconociendo que es solo por la misericordia de Dios que somos sostenidos cada día.

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