Engañando y siendo Engañados; 2ª Timoteo 3:13

por

en

Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” 2ª Timoteo 3:13 (RVR1960)

Este versículo advierte sobre la degeneración moral y espiritual de aquellos que, guiados por el pecado, viven en el engaño y lo propagan. En su contexto, Pablo instruye a Timoteo sobre los tiempos difíciles y los falsos maestros, quienes desvían a otros con mentiras, buscando beneficio propio, incluyendo el mal uso de los bienes que pertenecen al Señor. 

La exégesis de este texto revela que la raíz de este comportamiento es la corrupción del entendimiento y la ausencia de verdad en el corazón.

En el idioma griego, la palabra “malos” (πονηροί, poneroi) no se refiere simplemente a acciones equivocadas, sino a una condición interna dañina y corrupta. Esto nos recuerda que, como mayordomos de Cristo Jesús, nuestras intenciones y acciones deben estar sometidas a la voluntad de Dios, evitando el uso indebido de las riquezas que Él nos ha encargado. 

La palabra “engaño” (πλανάω, planao) implica desviar a otros del camino correcto, algo que sucede cuando buscamos ganancias egoístas y no administramos los recursos conforme a la Palabra de Dios. Este principio se refuerza con el versículo Proverbios 11:1: “El peso falso es abominación a Jehová; mas la pesa cabal le agrada.”

Como siervos de Jesucristo, debemos recordar que todas las riquezas son del Señor, y hemos sido llamados a administrarlas con integridad y verdad. Esto incluye evitar la tentación de manipular, engañar o tomar atajos en nuestras decisiones financieras. 

La fidelidad en la administración de las finanzas demuestra nuestra obediencia a Dios y nuestro compromiso con Su reino.

Un ejemplo práctico de este principio sería en los negocios o el trabajo. Si alguien tiene la oportunidad de obtener ganancias mayores mediante prácticas deshonestas, como reportar datos falsos o manipular precios, debe resistir la tentación y actuar con honestidad. 

Un mayordomo fiel de Cristo buscará agradar al Señor por encima del beneficio personal inmediato, confiando en que Él es la fuente de toda provisión.

También le interesaría:

En conclusión, este versículo nos enseña que las finanzas deben ser administradas con transparencia, humildad y sometimiento a la voluntad de Dios. 

Al evitar el pecado del engaño y reconocer que las riquezas son del Señor, reflejamos nuestra fe en Jesucristo y honramos Su nombre en todo lo que hacemos. 

Este principio es fundamental para vivir como administradores fieles que glorifican a Dios a través de sus decisiones financieras diarias.

Comparte en tus redes


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *