«Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.» Filipenses 3:14 (RVR1960)
Este versículo subraya la importancia de tener una meta clara y enfocada en nuestra vida, incluyendo el área de las finanzas, como mayordomos de los bienes del Señor Jesucristo.
La palabra «prosigo» en griego es «διώκω» (dioko), que significa perseguir o seguir con determinación. Este término nos insta a ser diligentes y persistentes en nuestros esfuerzos para alcanzar las metas financieras que Dios nos ha dado.
La palabra «meta» en griego es «σκοπός» (skopos), que se refiere a un objetivo o propósito. Como administradores de los recursos del Señor, debemos establecer metas financieras claras y trabajar diligentemente para alcanzarlas, asegurándonos de que están alineadas con los principios bíblicos. Esto implica planificar cuidadosamente, ahorrar sabiamente y ser generosos con los recursos que Dios nos ha confiado.
El término «premio» en griego es «βραβεῖον» (brabeion), que significa recompensa. Este principio nos recuerda que nuestras acciones financieras tienen una recompensa eterna cuando se alinean con la voluntad de Dios.
No buscamos solo beneficios materiales, sino que nuestro objetivo final es glorificar a Dios y recibir Su aprobación. Como siervos del Señor Jesucristo, debemos administrar los bienes del Señor con la perspectiva de la recompensa eterna en mente.
Un ejemplo práctico de este principio es una familia que establece metas financieras para ahorrar para la educación de sus hijos y para apoyar misioneros en el extranjero. Al hacer esto, no solo aseguran un futuro estable para su familia, sino que también contribuyen al avance del Reino de Dios, reflejando la sabiduría y diligencia que Dios espera de Sus siervos.
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En resumen, Filipenses 3:14 nos enseña la importancia de tener metas claras y trabajar diligentemente hacia ellas como administradores de los bienes del Señor Jesucristo. Debemos perseguir estas metas con determinación, asegurándonos de que están alineadas con los principios bíblicos y la voluntad de Dios. Al hacerlo, podemos manejar los recursos de Dios con integridad y propósito, honrando a nuestro Señor en todas nuestras decisiones financieras.
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