“El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.” 2ª Timoteo 2:6 (RVR1960)
Este versículo, escrito por el apóstol Pablo a Timoteo, utiliza la metáfora del labrador para enseñar sobre la importancia del esfuerzo antes de recibir la recompensa.
La palabra “labrador” proviene del griego “γεωργός” (geōrgós), que significa agricultor o trabajador de la tierra. “Participar” se deriva de “μεταλαμβάνειν” (metalambánein), que implica compartir o ser partícipe. “Frutos” es “καρπός” (karpós), refiriéndose a los resultados o cosechas. “Trabajar” viene de “κοπιάω” (kopiáō), que significa esforzarse hasta el cansancio.
El principio bíblico aquí es que, como administradores de los recursos que el Señor nos ha confiado, debemos esforzarnos diligentemente en nuestro trabajo para poder compartir de las bendiciones que provienen de Él.
Nuestro Señor Jesucristo es la fuente de todas las riquezas, y nosotros, como mayordomos, estamos llamados a trabajar con dedicación y fidelidad. Como lo indica Proverbios 14:23: «En toda labor hay fruto, pero las vanas palabras de los labios empobrecen.»
Por ejemplo, un siervo que desea honrar a Dios con sus finanzas se esfuerza en su empleo, administra sabiamente su salario y evita la pereza. Reconoce que los bienes que maneja no son suyos, sino del Señor, y busca utilizarlos de manera que glorifiquen Su nombre y beneficien a otros.
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En resumen, al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, entendemos que el esfuerzo y la diligencia en nuestro trabajo son esenciales para manejar las finanzas de una manera que honra a Dios.
Al reconocer que todo proviene de Él y que somos sus ministros en la tierra, administramos los recursos con responsabilidad y gratitud, reflejando así nuestra fidelidad al Señor en todas nuestras acciones.
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