“Los bienes que se adquieren de prisa al principio, no serán al final bendecidos.” Proverbios 20:21
La palabra «bienes» en hebreo es נַחֲלָה (nachalah), que se refiere a una herencia o posesión. Como siervos de Cristo, debemos reconocer que todas las posesiones y riquezas en última instancia pertenecen al Señor, y nosotros somos meramente administradores de lo que Él nos ha confiado.
La verdadera riqueza no radica en la acumulación de bienes materiales, sino en nuestra relación con Dios y la manera en que usamos lo que nos ha sido dado para Su gloria y propósito.
«Adquieren» en hebreo es בָּהַל (bahal), que puede traducirse como «obtener» o «conseguir». Este término nos advierte sobre el deseo de obtener riquezas rápidamente y sin esfuerzo, una tentación que puede llevarnos a comprometer nuestra integridad y desviar nuestro enfoque de la provisión divina.
Nuestro Señor Jesucristo, como la fuente de todas las riquezas, nos llama a confiar en Su tiempo perfecto y a depender de Su guía en cada decisión financiera que tomemos. Proverbios 28:20 apoya este principio al afirmar: «El hombre fiel abundará en bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo».
La «prisa» se traduce del hebreo מַהֵר (maher), que significa apresuramiento o rapidez. En el contexto de la mayordomía financiera, esto nos advierte contra la impulsividad y la falta de paciencia en nuestras decisiones económicas.
Como ministros de los bienes del Señor, debemos practicar la paciencia y la diligencia, recordando que las verdaderas bendiciones vienen de la obediencia a Dios y no de esquemas rápidos de enriquecimiento.
Este principio nos guía a actuar con sabiduría y reflexión, evitando decisiones financieras apresuradas que puedan comprometer nuestro bienestar espiritual y material.
El «principio» en hebreo es תְּחִלָּה (tehillah), que indica el comienzo o inicio. Esto sugiere que la forma en que comenzamos a manejar nuestros recursos puede determinar los resultados a largo plazo.
El «final» (אַחֲרִית, acharit) resalta la importancia de considerar las consecuencias de nuestras decisiones financieras. Los bienes obtenidos sin paciencia y prudencia no estarán «bendecidos» (בָּרוּךְ, baruch), es decir, no tendrán la aprobación divina y carecerán de prosperidad duradera.
Como esclavos de Cristo, debemos recordar que nuestras acciones deben alinearse con los principios de justicia y fidelidad, asegurando que nuestras posesiones sean verdaderamente bendecidas por Dios.
Un ejemplo práctico de estos principios es la decisión de invertir sabiamente y evitar las deudas innecesarias. En lugar de buscar ganancias rápidas a través de inversiones arriesgadas o préstamos imprudentes, podemos elegir un enfoque disciplinado y paciente para el crecimiento financiero.
Esto podría implicar establecer un presupuesto, ahorrar diligentemente, y buscar consejo sabio antes de tomar decisiones importantes. Al hacerlo, demostramos nuestra confianza en la provisión del Señor y nuestra disposición para ser buenos mayordomos de lo que nos ha confiado.
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En resumen, al aplicar estos principios bíblicos en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de una manera que honre a Dios. Al resistir la tentación de buscar riquezas apresuradamente y en lugar de ello depender de la guía de Cristo, nuestro enfoque se centra en una administración fiel y sabia de los recursos del Señor. Al hacerlo, experimentaremos la verdadera paz y satisfacción que provienen de una relación correcta con Dios, utilizando sabiamente los recursos que Él nos ha confiado para cumplir Su propósito y plan divino.
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